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El héroe discreto – Mario Vargas Llosa

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EL HÉROE DISCRETO

Mario Vargas Llosa. Editorial Alfaguara, 2013.

Mario Vargas Llosa, novelista, ensayista y dramaturgo nacido en Perú el 28 de marzo de 1936. Ha recibido alrededor de un centenar de premios y distinciones, entre ellos el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias y el Nobel de Literatura 2010. El héroe discreto es la última obra del autor, publicada en septiembre de 2013.

Cuando la técnica narrativa alcanza el nivel de la perfección, el contenido de lo que se narra pareciera pasar a segundo plano. Aparentemente eso es lo que ocurre con El héroe discreto. Vargas Llosa es el orfebre, el pintor, el escultor de la palabra, del diálogo, de los tiempos, de los espacios, de los personajes, del suspenso. Un obrero que ha elevado su técnica tan alto que puede contar cualquier historia, independientemente de su argumento, cautivando a su público. Me veo obligada a subrayar esto porque la temática de esta obra es no solo simple sino melodramática y hasta trillada. Gran decepción para quienes, al tratarse de un literato que ha ganado el Premio Nobel de Literatura, esperan el próximo paso del gigante: una sorpresa estilística, una aproximación a un nuevo género, una reflexión sobre los grandes problemas sociopolíticos del mundo, algo. Y la sorpresa llega pero del otro lado: el autor decide relajarse y entretener a su público con una historia que bien podría ser el guion para una audiencia de telenovelas antes que para el lector que busca enriquecerse culturalmente.

¿Y cuál es ese tema tan truculento al que nos referimos? Dejándonos guiar por el título del libro, tendríamos que decir que esta novela cuenta la historia de un hombre llamado Felícito Yanaqué, cuyos orígenes fueron muy humildes ya que creció en la pobreza, abandonado por su madre y criado exclusivamente por su padre. Este hombre luchó desde su miseria para darle a su hijo un futuro mejor; y lo logró: Felícito era casado, padre de dos varones y dueño de la exitosa Empresa de Transportes Narihualá en la ciudad de Piura. Llevaba una vida normal hasta que un día recibió una carta anónima en la que le solicitaron un cupo de quinientos dólares mensuales bajo amenaza de hacerle daño si no cumplía con el pago requerido; a partir de entonces su vida se convirtió en una permanente preocupación si no en una desgracia. El nombre apelativo de héroe discreto deriva de la forma en que Felícito reaccionó ante este chantaje. Hasta aquí se podría decir que el tema se adentra en el mundo de la delincuencia, con lo cual se estaría abordando un problema social en lugar de un melodrama, pero hay que ver cómo se desenvuelve la historia…

Es necesario añadir, olvidando el título que nos guió antes, que en realidad este libro cuenta dos historias paralelas. La segunda se desarrolla en Lima, teniendo como personajes centrales a Ismael y Rigoberto. Este último es empleado del primero, Ismael Carrera, un octogenario dueño de una aseguradora millonaria y padre de dos hombres sin ninguna virtud empresarial, sus hijos mellizos Miki y Escobita, que no ven la hora de heredarlo. Consciente de esto, el padre decide sabotearles la realización de ese deseo. El cómo logra dificultarles el camino es la prueba de que esta novela descendió a los espacios domésticos más anodinos, ya sea porque Vargas Llosa no quiso exigir más a su imaginación (sus enemigos dicen que no pudo hacerlo) o porque decidió jugar un poco con sus dones.

Dos temas secundarios pero interesantes aparecen en la novela haciendo incursionar al autor en el mundo de lo espiritualmente misterioso. Uno es la aparición de Adelaida, una mujer que parece tener poderes extrasensoriales (expresión nunca utilizada por el autor), una suerte de adivinadora, de vidente, a quien, sin proponérselo, la sorprenden «inspiraciones». El segundo es la presencia recurrente de Edilberto Torres, un hombre que aparece y desaparece de la vida de Fonchito ─el hijo de Rigoberto─ de manera extraña, llegándose incluso a especular que Edilberto podría ser la aparición del diablo como ocurrió en Doktor Faustus de Thomas Mann. Más peculiar aún es el hecho de que a pesar de haber desarrollado ampliamente una trama llena de cuestionamientos alrededor del tal Edilberto, la existencia de este personaje queda sin descifrarse; ni siquiera se esclarece si realmente existe o es inventado. Es como si se estuviera escribiendo una novela y se la terminara abruptamente a mitad del libro. ¿Por qué hace esto el autor? Es inexplicable. ¿Acaso es este el nuevo mundo que el autor comienza a explorar? Vargas Llosa dedicó mucho tiempo a la elaboración de dicho personaje y sus interacciones con Fonchito para abandonarlo como si nada, como si no tuviera un compromiso con su lector para dar resolución a esa subtrama. ¿Intenta retomar la historia en una obra futura? ¿Deja cabos sueltos intencionalmente para darle más realismo a la novela? Tal vez sus próximas obras descifren este enigma.

Puede que usted se pregunte qué tan valioso puede ser lo técnico si el contenido es tan cuestionable, y reconozco esta pregunta como válida. Mi respuesta es: depende. Depende de lo que usted busque, si es entretenimiento puro, lo encontrará; si es sofisticación en la narrativa, la encontrará; si es elevar el espíritu, este no es el libro adecuado. Desde mi perspectiva de mujer que escribe y que ama distraerse con la belleza de la palabra y de la narrativa, el libro vale mucho. Desde mi inquieta intelectualidad, en búsqueda de serias reflexiones humanas, no pagaría casi nada por este. Pero me gustan los paseos, desde los retos intelectuales hasta las distracciones ligeras y bellas, me conformo esta vez con lo último, y recojo con alegría lo que el autor nos ha regalado desde el alto tecnicismo que domina. Nada nuevo, es cierto, las mismas técnicas narrativas utilizadas con anterioridad, pero ¿no adoraría usted tener una obra de Goya, de Renoir, de Velásquez, justamente por el dominio de su técnica? Aquí algunos ejemplos: transmite una gran naturalidad en los personajes y en sus diálogos, esto a pesar de la riqueza de su vocabulario; une reflexiones que están en su mente con diálogos reales ocurridos en tiempos y espacios diferentes; crea diálogos yuxtapuestos que se entrecruzan de Piura a Lima y viceversa; oculta información clave para entender los sucesos dejándonos saber que existe pero sin develarla, el narrador omnisciente cuenta lo que sabe pero mientras va narrando se apoya en los pensamientos de los personajes sobre los que está hablando; hace que dos historias lejanas espacialmente se junten influyendo una a otra (la técnica de los vasos comunicantes); construye una historia dentro de otra (la técnica de la caja china o la muñeca rusa) como cuando Felícito le cuenta a Adelaida el desenlace de las investigaciones, el capitán Silva a Felícito, el vigilante a Lituma; introduce diálogos o comentarios entre paréntesis o entre rayas en medio de una oración, etc.

Finalmente quisiera subrayar que la intertextualidad reina en esta obra, viejos personajes de antiguas novelas regresan: Rigoberto, su mujer Lucrecia, su hijo Fonchito y su empleada Justiniana (Elogio de la madrastra, 1988); Rigoberto es asimismo el que fuera protagonista en Los cuadernos de don Rigoberto, 1997; el sargento Lituma (ya aparecido en La casa verde, 1966; en ¿Quién mató a Palomino Molero?, 1986; y en Lituma en Los Andes cuando todavía era cabo); el capitán Silva, los Inconquistables, la Casa Verde, etc. Es decir que su obra comienza a inventar y retornar a esos lugares y seres «vivientes» como lo hiciera, por ejemplo, Juan Carlos Onetti hacia el final de sus días, cuando juntó a sus más amados personajes en su última novela Cuando ya nadie importe. Que no sea este el caso de Vargas Llosa, que su último libro tome mucho tiempo en aparecer. Mientras tanto, no nos perdamos su vida y continuemos disfrutando de su arte.

¿RECOMENDARÍA LEER ESTA OBRA?

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