La amigdalitis de Tarzán – Alfredo Bryce Echenique

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LA AMIGDALITIS DE TARZÁN

Alfredo Bryce Echenique. Editorial Alfaguara, 1998.

Alfredo Bryce Echenique nació en 1939 en Lima dentro de una familia de abolengo de la alta burguesía. Su padre y abuelo fueron banqueros y su bisabuelo materno ostentó el cargo de  presidente constitucional del Perú. Su familia rechazó su vocación de escritor lo que lo condujo a  estudiar Derecho. Con el pasar de los años, sin embargo, se formó en literatura francesa clásica en 1965 y contemporánea en 1966 en la Sorbona, Francia. Se inició como escritor en 1968 y desde entonces ha escrito once novelas y ocho cuentos, además de varios ensayos y textos biográficos.

Frases impactantes del libro:

  • «De dónde sale un hombre […] con el que solo se está: «Bien». […] Con un hombre se es feliz, o nada. Y ese hombre, feliz con esa mujer, o nada»
  • «La paz no es más una manifestación muy profunda de la nostalgia».

Crítica literaria:

Esta es una novela que bien podría haberse inspirado en El amor en los tiempos del cólera escrita trece años antes por Gabriel García Márquez, en el sentido de que habla de la historia de un amor que no se realiza, a pesar que se mantiene vivo en el transcurso de las décadas. Los protagonistas son Juan Manuel Carpio, poeta y músico, y Fernanda María de la Trinidad del Monte Montes, correctora de estilo, se conocen en 1967, año en que Luisa, la esposa de Juan Manuel, lo abandona, momento en que empiezan las malas coincidencias. Se enamoran felizmente hasta que Fernanda harta de que él no olvidara a Luisa, la mujer de la que se había separado, decide engañarlo para provocar en él una reacción. La hubo, y eso los llevó a la separación, a pesar de que continuaban amándose. Como en La vida exagerada de Martín Romaña, otra obra de Bryce Echenique, Juan Manuel es peruano, vive en París, es sensible, le cuesta obtener éxito profesional a partir de una profesión poco rentable, pero sobre todo ama profundamente a una mujer y hace que su relación con ella ocupe un lugar prominente en la novela a pesar de ser un amor fugitivo. Como Martín Romaña, también Juan Manuel del Carpio habla de su historia muchos años más tarde y se concentra en las complicaciones del mundo sentimental. Hasta aquí llegan las coincidencias, pero son suficientes como para afirmar que el protagonista sería entonces y nuevamente otro alter ego del autor.

El recuerdo de un amor que fue sin llegar a serlo, las circunstancias adversas que lo envolvieron, el desatinado estimated time of arrival, la postergación de nuestra persona por  respeto a los demás, el deseo de no herirlas (aunque uno termine hiriéndose), las contradicciones de los sentimientos, la falta de atrevimiento: todos estos elementos se juntan para hacer del amor de esta pareja un desencuentro casi permanente, tanto personal como geográfico («raro este amor acróbata, saltando a través de los años y de los lugares»), con dos excepciones: algunos escasos y cortos viajes en los que se encontraban, y la existencia de las cartas. Todo el libro parece estar compuesto de cartas. Estas se inician probablemente a comienzos de los setenta y terminan en 1998. A través de ellas se aman, se esperan, se extrañan; pero nunca encuentran el momento para unirse definitivamente. Sus pensamientos se aferran a momentos que les recuerdan lo que pudo ser (como aquel en que él se queda mudo al verla en su auto frente a un semáforo en el que ella espera sin notar su presencia, constituyendo esta escena la última vez que se vieran en muchos años, y la oportunidad perdida para haber retomado su relación, quebrada por aquella disputa), a sueños que podrían realizarse (el próximo viaje para amarse, aunque este tome años), pero sobre todo a las palabras de amor que intercambian y que los mantienen extrañamente unidos. El libro terminará cuando la pareja pase largamente los cincuenta años.

Lo que fue (o más bien lo que no fue) y lo que habría podido ser. Esa es la historia de este amor. Una lección para enseñarnos que las decisiones que tomamos cada momento podrían cambiar el rumbo de nuestra vida. Y allí la moral aprendida jugaría su rol, tanto para separarlos cuando se la respeta (no entrometerse en un matrimonio a pesar de saber que en él ya no hay amor, no presionar cuando se sabe que se puede destruir una familia) como para unirlos cuando se vive por encima de ella (infidelidades no escondidas).

Técnicamente, el libro está escrito bajo el género epistolar. Es casi exclusivamente la recopilación de las cartas escritas por Fernanda, con algunos extractos de las misivas de Juan Manuel (ya que muchas de ellas le fueron robadas a Fernanda en un asalto en Oakland) y ciertos comentarios que este añade como narrador. Ambos estilos de escribir (el de Fernanda y el del Juan Manuel) se diferencian claramente, aunque los personajes no logran convencer del todo al lector sobre el porqué de su distanciamiento a pesar de su amor, hasta el punto que uno puede preguntarse si este amor realmente existe.

Tarzán es Fernanda, llena de vida, de deseos de conquistar su entorno, de fuerza. Como Tarzán, ella desarrolla fortaleza y astucia para enfrentar su vida. La amigdalitis es el símbolo de su incapacidad de hablar, de decir, de dirigir su vida, de gritar lo que debería, es el rendirse a su realidad, a su necesidad de descanso: «la vida entera mía luchando por aquí y por allá se me había trabado en la lengua y la garganta», en un «S.O.S., de ternura y amor doble», «una feroz amigdalitis […] me quitó cualquier veleidad de andar lanzándome al río a cada rato, cual Tarzán […] en la jungla de asfalto en que me ha tocado vivir».

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Acerca de ROXANA ORUÉ

Amo las palabras porque amo a los seres humanos y por medio de ellas me siento en intimidad con quienes escriben o quienes me leen. Compartimos nuestros pensamientos, nuestras dudas, nuestros miedos, nuestros modos de mirar, de decir o de sentir. No puedo decir que leí mucho ni que escribí mucho en mi vida pero puedo afirmar que cuando leí o cuando escribí me entregué por entero a esa relación que existe entre escritor y lector. No hubo nada a medias, me vinculé con cada palabra con la misma intensidad con que vivo cada segundo de mi vida.

Publicado el noviembre 22, 2015 en CRÍTICAS y etiquetado en , , , , , . Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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