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Guía triste de París – Alfredo Bryce Echenique
GUÍA TRISTE DE PARÍS
Alfredo Bryce Echenique. Alfaguara / Promoción Editorial Inca S. A., 1999.
Alfredo Bryce Echenique nació en 1939 en Lima dentro de una familia de abolengo de la alta burguesía. Su padre y abuelo fueron banqueros y su bisabuelo materno ostentó el cargo de presidente constitucional del Perú. Su familia rechazó la vocación del escritor lo que lo condujo a estudiar Derecho. Con el pasar de los años, sin embargo, se formó en literatura francesa clásica en 1965 y en literatura contemporánea en 1966 en la Sorbona, Francia. Hizo su primera publicación en 1968 y desde entonces ha escrito doce novelas y ocho libros de cuentos, además de varios ensayos y textos biográficos.
Guía triste de París llegó a mis manos después de haber leído Doce cuentos peregrinos de Gabriel García Márquez (GGM), y no pude evitar la comparación. Los doce cuentos de GGM son historias lúgubres de extranjeros en Europa. Las de Alfredo Bryce Echenique son catorce relatos que suceden en París, donde la gran mayoría de sus protagonistas son varones peruanos, y aunque el título sugiera que son tristes ─y de hecho esencialmente lo son─ también están llenas de humor. En ambos libros se incluyen cuentos que habían sido previamente publicados como crónicas viajeras o periodísticas. Unifican a los personajes de estos veintiséis cuentos las incómodas experiencias que pueden tenerse al vivir fuera de la tierra natal, pero aquí se detienen las semejanzas entre ellos. Todo lo demás es diferencia.
Para quienes no han vivido en el extranjero, este libro les presentará un claro contacto de lo que puede significar salir del nido y vivir en tierras extrañas. Los protagonistas vivirán el choque de dos mundos: el suyo y el parisiense. Enfrentarán el denominado choque de las culturas. A un joven donjuán le costará aceptar que sus maneras de aproximarse a las mujeres no funcionan en París y no solo por el desconocimiento del buen manejo de la lengua francesa sino porque culturalmente esos modos no son aceptados en París; a otros personajes, la relación de pareja en las llamadas relaciones mixtas fracasarán, etc. Otros serán gobernados por la inseguridad, la frustración, la soledad o la depresión; esto se verá, por ejemplo, en el caso de un joven a quien una alemana le robará el corazón y algo más; o en el caso de un humilde hombre a quien el acercamiento hacia una mujer le será esquivo, o a la inversa cuando la protagonista es mujer; o cuando a otro personaje le cae todo el peso del dolor. El lector se enterará también de otras experiencias miserables más simples y cotidianas, pero que no dejan de fastidiar la vida del extranjero. Por otro lado, y en contraste con lo mencionado, no faltará el contacto con la picardía latina en un medio que no la entiende.
Todo esto dicho en medio de los más versátiles recursos y las variadas expresiones de la cultura de la época: el recuerdo del título o letra de canciones populares, el nombre de cantantes u otras personas de la farándula, el nombre de periódicos de la época, títulos de libros, la utilización de incorrectas pero naturales maneras de hablar («mamasel mamacita», «garsón»; «silvuplé»; etc.); citas de poetas o escritores; etc.
Humor, autenticidad y sensibilidad son las tres palabras con que describiría el estilo de Alfredo Bryce Echenique si me limitara a decirlo todo en tres vocablos. Un humor natural, que cae frecuente e inadvertidamente, cuando uno menos lo espera, en una palabra, en un apodo, en una escena. Un humor inacabable y muy suyo, sin copias. Un humor que no parece buscado, sino que parece brotar del escritor. Y autenticidad ─quizá ambas cualidades ligadas─ porque no parece estar escogiendo o inventando escenarios. Estas historias dan la impresión de ser reales, si no lo son. Y tanto mejor para el autor si son inventadas, porque el lector no se enterará de ello al leer los cuentos. La tercera cualidad, que muy bien podría ser la primera, es la sensibilidad y esta se muestra al ingresar al corazón de los protagonistas con movimientos lentos, avances profundos y, en ocasiones, muy emotivos.
Dado que no estoy forzada a limitarme a esos tres términos, añadiré dos observaciones más: su muestra de libertad y su homenaje a la imaginación. Que el autor es libre se muestra en el cuento titulado «Retrato de escritor con gato negro» donde el final tiene dos versiones. Toda literatura es un homenaje a la creatividad o a la imaginación, pero el cuento «Debbie Lágrimas, Madame Salomon y la ingratitud del alemán» honra esta cualidad muy particularmente.
París es así una ciudad, que bien podría ser otra ciudad de Europa, o una canadiense, o cualquier otro lugar muy ajeno a nuestra tierra de origen, donde algo se ahoga, donde reír no es tan fácil, donde no se sabe si se vive o si se está encarcelado, donde la nostalgia nos invade sin que nos demos cuenta. Rodear esto de naturalidad, sarcasmo, ironía, humor, ingenio, es la marca literaria de Alfredo Bryce Echenique.
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La amigdalitis de Tarzán – Alfredo Bryce Echenique
LA AMIGDALITIS DE TARZÁN
Alfredo Bryce Echenique. Editorial Alfaguara, 1998.
Alfredo Bryce Echenique nació en 1939 en Lima dentro de una familia de abolengo de la alta burguesía. Su padre y abuelo fueron banqueros y su bisabuelo materno ostentó el cargo de presidente constitucional del Perú. Su familia rechazó su vocación de escritor lo que lo condujo a estudiar Derecho. Con el pasar de los años, sin embargo, se formó en literatura francesa clásica en 1965 y contemporánea en 1966 en la Sorbona, Francia. Se inició como escritor en 1968 y desde entonces ha escrito once novelas y ocho cuentos, además de varios ensayos y textos biográficos.
Frases impactantes del libro:
- «De dónde sale un hombre […] con el que solo se está: «Bien». […] Con un hombre se es feliz, o nada. Y ese hombre, feliz con esa mujer, o nada»
- «La paz no es más una manifestación muy profunda de la nostalgia».
Crítica literaria:
Esta es una novela que bien podría haberse inspirado en El amor en los tiempos del cólera escrita trece años antes por Gabriel García Márquez, en el sentido de que habla de la historia de un amor que no se realiza, a pesar que se mantiene vivo en el transcurso de las décadas. Los protagonistas son Juan Manuel Carpio, poeta y músico, y Fernanda María de la Trinidad del Monte Montes, correctora de estilo, se conocen en 1967, año en que Luisa, la esposa de Juan Manuel, lo abandona, momento en que empiezan las malas coincidencias. Se enamoran felizmente hasta que Fernanda harta de que él no olvidara a Luisa, la mujer de la que se había separado, decide engañarlo para provocar en él una reacción. La hubo, y eso los llevó a la separación, a pesar de que continuaban amándose. Como en La vida exagerada de Martín Romaña, otra obra de Bryce Echenique, Juan Manuel es peruano, vive en París, es sensible, le cuesta obtener éxito profesional a partir de una profesión poco rentable, pero sobre todo ama profundamente a una mujer y hace que su relación con ella ocupe un lugar prominente en la novela a pesar de ser un amor fugitivo. Como Martín Romaña, también Juan Manuel del Carpio habla de su historia muchos años más tarde y se concentra en las complicaciones del mundo sentimental. Hasta aquí llegan las coincidencias, pero son suficientes como para afirmar que el protagonista sería entonces y nuevamente otro alter ego del autor.
El recuerdo de un amor que fue sin llegar a serlo, las circunstancias adversas que lo envolvieron, el desatinado estimated time of arrival, la postergación de nuestra persona por respeto a los demás, el deseo de no herirlas (aunque uno termine hiriéndose), las contradicciones de los sentimientos, la falta de atrevimiento: todos estos elementos se juntan para hacer del amor de esta pareja un desencuentro casi permanente, tanto personal como geográfico («raro este amor acróbata, saltando a través de los años y de los lugares»), con dos excepciones: algunos escasos y cortos viajes en los que se encontraban, y la existencia de las cartas. Todo el libro parece estar compuesto de cartas. Estas se inician probablemente a comienzos de los setenta y terminan en 1998. A través de ellas se aman, se esperan, se extrañan; pero nunca encuentran el momento para unirse definitivamente. Sus pensamientos se aferran a momentos que les recuerdan lo que pudo ser (como aquel en que él se queda mudo al verla en su auto frente a un semáforo en el que ella espera sin notar su presencia, constituyendo esta escena la última vez que se vieran en muchos años, y la oportunidad perdida para haber retomado su relación, quebrada por aquella disputa), a sueños que podrían realizarse (el próximo viaje para amarse, aunque este tome años), pero sobre todo a las palabras de amor que intercambian y que los mantienen extrañamente unidos. El libro terminará cuando la pareja pase largamente los cincuenta años.
Lo que fue (o más bien lo que no fue) y lo que habría podido ser. Esa es la historia de este amor. Una lección para enseñarnos que las decisiones que tomamos cada momento podrían cambiar el rumbo de nuestra vida. Y allí la moral aprendida jugaría su rol, tanto para separarlos cuando se la respeta (no entrometerse en un matrimonio a pesar de saber que en él ya no hay amor, no presionar cuando se sabe que se puede destruir una familia) como para unirlos cuando se vive por encima de ella (infidelidades no escondidas).
Técnicamente, el libro está escrito bajo el género epistolar. Es casi exclusivamente la recopilación de las cartas escritas por Fernanda, con algunos extractos de las misivas de Juan Manuel (ya que muchas de ellas le fueron robadas a Fernanda en un asalto en Oakland) y ciertos comentarios que este añade como narrador. Ambos estilos de escribir (el de Fernanda y el del Juan Manuel) se diferencian claramente, aunque los personajes no logran convencer del todo al lector sobre el porqué de su distanciamiento a pesar de su amor, hasta el punto que uno puede preguntarse si este amor realmente existe.
Tarzán es Fernanda, llena de vida, de deseos de conquistar su entorno, de fuerza. Como Tarzán, ella desarrolla fortaleza y astucia para enfrentar su vida. La amigdalitis es el símbolo de su incapacidad de hablar, de decir, de dirigir su vida, de gritar lo que debería, es el rendirse a su realidad, a su necesidad de descanso: «la vida entera mía luchando por aquí y por allá se me había trabado en la lengua y la garganta», en un «S.O.S., de ternura y amor doble», «una feroz amigdalitis […] me quitó cualquier veleidad de andar lanzándome al río a cada rato, cual Tarzán […] en la jungla de asfalto en que me ha tocado vivir».
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La vida exagerada de Martín Romaña – Alfredo Bryce Echenique
LA VIDA EXAGERADA DE MARTÍN ROMAÑA
Alfredo Bryce Echenique. Editorial Anagrama, 2001.
Alfredo Bryce Echenique nació en 1939 en Lima dentro de una familia de abolengo de la alta burguesía. Su padre y abuelo fueron banqueros y su bisabuelo materno ostentó el cargo de presidente constitucional del Perú. Su familia rechazó su vocación de escritor lo que lo condujo a estudiar Derecho. Con el pasar de los años, sin embargo, se formó en literatura francesa clásica en 1965 y contemporánea en 1966 en la Sorbona, Francia. Se inició como escritor en 1968 y desde entonces ha escrito once novelas y ocho cuentos, además de varios ensayos y textos biográficos.
Alfredo Bryce nos introduce en este libro al mundo íntimo de un hombre, Martín Romaña, que tiene sueños y trata de realizarlos a pesar de sentir sus propias contradicciones y limitaciones. Este hombre ama y sufre mientras busca su lugar en el mundo en el París de fines de la década de los sesenta. Martín va a constituirse en un símbolo de hombre sensible, tímido y lúcido a quien le será difícil insertarse en un mundo que no tiene esas mismas características. Al pasar de los años Martín Romaña escribe en un cuaderno azul, sentado en su sillón Voltaire, la historia que vivió en aquella época. Ahí nacería esta obra.
Este libro es parte del llamado post-boomlatinoamericano o literatura posmoderna. Se conoce como boom latinoamericano al auge literario liderado por algunos escritores latinoamericanos en la década de los sesenta. Entre sus más preclaros representantes estuvieron Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Carlos Fuentes. Sus obras se caracterizaron por resaltar los problemas sociales y políticos de la época o ─como en el caso de Cortázar─ por desenmarañar problemas existenciales, así como por experimentar con nuevas técnicas. El post-boomes una reacción contra los excesos técnicos y el contenido socio-político de esas obras, aunque a veces el cambio no sea tan notorio sino que aparezca como una transición. En el caso de la literatura de Bryce Echenique hay un gran corte con los escritores del boom en la parte técnica pero conlleva todavía algunos de los contenidos de ese periodo.
Escrito con un lenguaje aparentemente simple y directo, en forma de monólogo o como narrador omnisciente, contiene una gran dosis de humor y sobre todo una gran capacidad de autoreconocimiento personal. No se detiene a analizar la esencia de América Latina o de París sino que entra en el interior psicológico y sentimental de su personaje. Esta es la gran ruptura con el boom. Sin embargo, al encontrarse Martín Romaña en el exilio y al vivir las protestas acontecidas en París en el célebre Mayo de 68, no puede evitar dar testimonio de estas experiencias sociales. Ese es el punto donde coincide con el boom pero se deslinda de este al dar testimonio de un hecho real en lugar de uno ficticio.
Todo indica que Martín Romaña es el alter ego del autor: ambos son peruanos, provienen de una familia acomodada económicamente en su país, y viajaron a París a finales de la década de los sesenta con el deseo de estudiar en la Sorbona y hacerse escritores. La obra está llena de disparatadas escenas, creadas muchas veces por el extraño comportamiento del protagonista constituyendo esa su vida exagerada. Estos acontecimientos se convierten en hilarantes en la pluma de Bryce Echenique. El autor, o Martín Romaña, puede además crear de la escena más cotidiana un momento de humor inolvidable. Para ello recurre al ridículo, al absurdo, al equívoco, al dilema, a la exageración, a la sorpresa, al cinismo, etc. Bryce Echenique domina el arte humorístico en todas sus facetas.
Siendo los sucesos de mayo de 1968 históricos no solo para Francia sino para otros países de Europa y del mundo, es fascinante enterarse a través de Martín Romaña del testimonio de alguien que los vivió militando en un grupo marxista conformado por peruanos. El grupo leía a Marx, Mao, Lenin y Troski y planificaba participar en una posible revolución empuñando las armas cuando regresara al Perú. Martín Romaña era un individuo que cuestionaba, dudaba y que buscaba entender por todo lo cual era acusado de retrasar el avance del grupo y, por lo tanto, era considerado un miembro antipático. Martín se veía obligado, por el amor que le profesaba a Inés, a aparentar un compromiso con el grupo que realmente no sentía, y a vivir una vida que no le era propia. Le era fácil con esa distancia percibir las contradicciones en que caían los supuestos futuros revolucionarios. Ese es el grupo que se une a los eventos de Mayo del 68 haciendo barricadas y participando en marchas. Martín se siente ajeno a ese mundo. Inés vive su desencanto con lentitud. Martín no se da cuenta de la transformación que vive ella, invadido y confundido por su propio mundo interno.
Así de auténtica y triste parece ser esta particular experiencia que se inserta en un movimiento social tan importante. Por otro lado, Martín Romaña aparenta ser una persona irreal cuando no se sabe si sus recuerdos o ciertas de sus vivencias son verdad, imaginación o locura. Quizá esta sea la parte donde el autor se excede elaborando en el personaje un lado tan insano que parece un ser falso. O quizá constituya una de las presentaciones más profundas de la psicología de un ser no tan común ni tan corriente pero tampoco tan difícil de concebir.
La novela se mueve en el mundo de la ironía e invita al lector a dudar. Así se acerca a la realidad sin tocarla directamente. Martín Romaña sufre, hacia el final de la novela, de un fecaloma que simboliza, a mi modo de ver, cómo a veces el ser humano se autoinflige un mal por miedo a perder algo superior (a pesar de que de todas maneras va a perderlo más tarde) aunque esto lo obligue a aparentar o falsear la realidad. Posiblemente simbolice también el desmesurado dolor que trae el constatar en un momento de la vida que se está perdiendo lo que más se ama, o acaso el deseo de no querer seguir enfrentándose a la vida. Lo cierto es que esta novela no tiene un solo nivel de lenguaje sino muchos. A leerla para reír y para interpretarla.
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El huerto de mi amada – Alfredo Bryce Echenique
EL HUERTO DE MI AMADA
Alfredo Bryce Echenique. Editorial Planeta, 2002.
Alfredo Bryce Echenique nació en 1939 en Lima dentro de una familia de abolengo de la alta burguesía. Su padre y abuelo fueron banqueros y su bisabuelo materno ostentó el cargo presidente constitucional del Perú. Su familia rechazó su vocación de escritor lo que lo condujo a estudiar Derecho. Con el pasar de los años, sin embargo, se formó en literatura francesa clásica en 1965 y contemporánea en 1966 en La Sorbona, Francia. Se inició como escritor en 1968, y desde entonces ha escrito once novelas, ocho cuentos, además de varios ensayos y textos biográficos.
El huerto de mi amada es una obra de donde se rescatan dos grandes elementos: el estilo y la temática. Empezaré por lo más simple que es la trama. El eje de la novela es la historia de amor de una pareja dispareja: Carlos, un muchacho de diecisiete años que se enamora locamente de Natalia, una mujer que le dobla la edad y que corresponde a su amor con la misma intensidad. A través de esa relación, Bryce Echenique nos muestra el amor relampagueante, tierno, erótico, incrédulo, decidido, alegre, temeroso, desprejuiciado, despechado, celoso. Es decir, el amor de las nubes y el de las tinieblas.
Carlos y Natalia pertenecen a la clase alta, ella es bella y divorciada, él acaba de terminar sus estudios secundarios. Familia y amigos rechazan frontalmente esa relación, hasta el punto que el padre de Carlos sienta una denuncia contra ella como corruptora de menores. La pareja huye a una de las casas de Natalia, su huerto, al cual Carlos bautiza como El huerto de mi amada en honor al título de un famoso vals peruano. Poco después se van a vivir a Francia, donde, años más tarde, el matrimonio colapsa. Cerrado ese capítulo de su vida, Carlos se casa con una mujer contemporánea.
Lo primero a comentar es que ese relato se parece sospechosamente –en sus rasgos generales- a la historia de amor verídica de Mario Vargas Llosa y Julia Urquidi ocurrida, además, en la misma ciudad y la misma época señaladas en la novela; lo cual menciono solo como anécdota afirmando que puede haber sido su fuente de inspiración pero no tiene ninguna otra importancia. Más interesante es la presencia constante de los mellizos provenientes de una familia venida a menos económicamente a raíz de la muerte de su padre, y que interesadamente se hacen amigos de Carlos como parte de sus tantos planes para lograr insertarse un medio socio-económico más alto. A través de ellos, el autor ridiculiza el arribismo en todas sus facetas. La relación que tienen los miembros de esa familia –más la de la llamada servidumbre- con las personas de la alta sociedad sirve de pretexto para introducir el tema del racismo y sus complejidades.
El estilo con el que escribe Bryce Echenique es sin duda lo más valioso de esta obra. El autor está lleno de humor, de ironía, de sencillez, de gran sentido de lo qué es artificial, y de recursos literarios. Un rasgo distintivo es que el enfoque del narrador es cambiante, a veces mira, describe o cuenta desde afuera pero de pronto se adueña del personaje y comienza a hablar a través de él; desaparece el narrador pero el personaje que nos abre sus sentimientos, sus temores. Igualmente, al describirnos los hechos –y sin que esto quede necesariamente claro─ introduce el imaginario de algunos de los personajes, quizá en diálogos que son en realidad monólogos; algo que puede marear un poco al lector haciéndolo perderse entre lo real y lo ficticio de la novela. No hay mucha distancia entre esas fantasías y los elementos surrealistas que también se introducen cuando Carlos habla con Dios a través de sus sueños y sus pensamientos; y con su abuela en su lecho de muerte después que ella ha fallecido. No es que él les hable a ellos unilateralmente sino que conversan entre ellos.
El autor exagera el perfil psicológico de los protagonistas, caricaturizando lo que ellos representan; lo mismo con los hechos, mostrándolos como parodias. No conoce la gravedad sino la comedia, la sonrisa lúcida. Escribe con naturalidad, como si se deslizara en un largo tobogán de frases que nunca terminan o como si conversara amenamente, mostrando su dominio del registro del lenguaje oral. En este estilo caben perfectamente jergas, dichos, y la idiosincrasia de estos personajes limeños que cualquier persona que provenga de esa ciudad, de esa época y de ese medio reconocerá gozosamente.
La novela recibió el premio Planeta 2002. Merece la pena leerla.
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