Archivos Mensuales: junio 2014

La vida exagerada de Martín Romaña – Alfredo Bryce Echenique

La vida exagerada de Martín Romaña

LA VIDA EXAGERADA DE MARTÍN ROMAÑA

Alfredo Bryce Echenique. Editorial Anagrama, 2001.

Alfredo Bryce Echenique nació en 1939 en Lima dentro de una familia de abolengo de la alta burguesía. Su padre y abuelo fueron banqueros y su bisabuelo materno ostentó el cargo de  presidente constitucional del Perú. Su familia rechazó su vocación de escritor lo que lo condujo a  estudiar Derecho. Con el pasar de los años, sin embargo, se formó en literatura francesa clásica en 1965 y contemporánea en 1966 en la Sorbona, Francia. Se inició como escritor en 1968 y desde entonces ha escrito once novelas y ocho cuentos, además de varios ensayos y textos biográficos.

Alfredo Bryce nos introduce en este libro al mundo íntimo de un hombre, Martín Romaña, que tiene sueños y trata de realizarlos a pesar de sentir sus propias contradicciones y limitaciones. Este hombre ama y sufre mientras busca su lugar en el mundo en el París de fines de la década de los sesenta. Martín va a constituirse en un símbolo de hombre sensible, tímido y lúcido a quien le será difícil insertarse en un mundo que no tiene esas mismas características. Al pasar de los años Martín Romaña escribe en un cuaderno azul, sentado en su sillón Voltaire, la historia que vivió en aquella época. Ahí nacería esta obra.

Este libro es parte del llamado post-boomlatinoamericano o literatura posmoderna. Se conoce como boom latinoamericano al auge literario liderado por algunos escritores latinoamericanos en la década de los sesenta. Entre sus más preclaros representantes estuvieron Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Carlos Fuentes. Sus obras se caracterizaron por resaltar los problemas sociales y políticos de la época o ─como en el caso de Cortázar─  por desenmarañar problemas existenciales, así como por experimentar con nuevas  técnicas. El post-boomes una reacción contra los excesos técnicos y el contenido socio-político de esas obras, aunque a veces el cambio no sea tan notorio sino que aparezca como una transición. En el caso de la literatura de Bryce Echenique hay un gran corte con los escritores del boom en la parte técnica pero conlleva todavía algunos de los contenidos de ese periodo.

Escrito con un lenguaje aparentemente simple y directo, en forma de monólogo o como narrador omnisciente, contiene una gran dosis de humor y sobre todo una gran capacidad de autoreconocimiento personal. No se detiene a analizar la esencia de América Latina o de París sino que entra en el interior psicológico y sentimental de su personaje. Esta es la gran ruptura con el boom. Sin embargo, al encontrarse Martín Romaña en el exilio y al vivir las protestas acontecidas en París en el célebre Mayo de 68, no puede evitar dar testimonio de estas experiencias sociales. Ese es el punto donde coincide con el boom pero se deslinda de este al dar testimonio de un hecho real en lugar de uno ficticio.

Todo indica que Martín Romaña es el alter ego del autor: ambos son peruanos, provienen de una familia acomodada económicamente en su país, y viajaron a París a finales de la década de los sesenta con el deseo de estudiar en la Sorbona y hacerse escritores. La obra está llena de disparatadas escenas, creadas muchas veces por el extraño comportamiento del protagonista constituyendo esa su vida exagerada. Estos acontecimientos se convierten en hilarantes en la pluma de Bryce Echenique. El autor, o Martín Romaña, puede además crear de la escena más cotidiana un momento de humor inolvidable. Para ello recurre al ridículo, al absurdo, al equívoco, al dilema, a la exageración, a la sorpresa, al cinismo, etc. Bryce Echenique  domina el arte humorístico en todas sus facetas.

Siendo los sucesos de mayo de 1968 históricos no solo para Francia sino para otros países de Europa y del mundo, es fascinante enterarse a través de Martín Romaña del testimonio de alguien que los vivió militando en un grupo marxista conformado por peruanos. El grupo leía a Marx, Mao, Lenin y Troski y planificaba participar en una posible revolución empuñando las armas cuando regresara al Perú. Martín Romaña era un individuo que cuestionaba, dudaba y que buscaba entender por todo lo cual era acusado de retrasar el avance del grupo y, por lo tanto, era considerado un miembro antipático. Martín se veía obligado, por el amor que le profesaba a Inés, a aparentar un compromiso con el grupo que realmente no sentía, y a vivir una vida que no le era propia. Le era fácil con esa distancia percibir las contradicciones en que caían los supuestos futuros revolucionarios. Ese es el grupo que se une a los eventos de Mayo del 68 haciendo barricadas y participando en marchas. Martín se siente ajeno a ese mundo. Inés vive su desencanto con lentitud. Martín no se da cuenta de la transformación que vive ella, invadido y confundido por su propio mundo interno.

Así de auténtica y triste parece ser esta particular experiencia que se inserta en un movimiento social  tan importante.  Por otro lado,  Martín Romaña aparenta ser una persona irreal cuando no se sabe si sus recuerdos o ciertas de sus vivencias son verdad, imaginación o locura. Quizá esta sea la parte donde el autor se excede elaborando en el personaje un lado tan insano que parece un ser falso. O quizá constituya una de las presentaciones más profundas de la psicología de un ser no tan común ni tan corriente pero tampoco tan difícil de concebir.

La novela se mueve en el mundo de la ironía e invita al lector a dudar. Así se acerca a la realidad sin tocarla directamente. Martín Romaña sufre,  hacia el final de la novela, de un fecaloma que simboliza, a mi modo de ver, cómo a veces el ser humano se autoinflige un mal por miedo a perder algo superior (a pesar de que de todas maneras va a perderlo más tarde) aunque esto lo obligue a aparentar o falsear la realidad. Posiblemente simbolice también el desmesurado dolor que trae el constatar en un momento de la vida que se está perdiendo lo que más se ama, o acaso el deseo de no querer seguir enfrentándose a la vida.  Lo cierto es que esta novela no tiene un solo nivel de lenguaje sino muchos. A leerla para reír y para interpretarla.

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