Archivo del sitio
Señores, ¡yo no me dedico a eso! – Antonio Llaca
SEÑORES, ¡YO NO ME DEDICO A ESO!
Antonio Llaca Busto. Editorial Horizonte C.A., 2013.
Antonio Llaca nació en La Habana, Cuba en 1953. Médico cirujano, activista político y sindical, despliega sus dotes de escritor en la revista Desafíos ─medio informativo de la organización Solidaridad de Trabajadores Cubanos (STC)─ escribiendo desde Venezuela, país al que había emigrado. Escribe posteriormente artículos de opinión y trabajos literarios que se publican en diferentes países tales como Venezuela, Estados Unidos, Costa Rica, Argentina, Suecia, España, etc. Señores, ¡yo no me dedico a eso! es su primera novela recientemente presentada en el local de la Universidad Nacional Autónoma de México en Hull, Canadá.
Los libros ─como cada persona─ tienen la posibilidad de introducirnos a mundos simples, cultos, sofisticados, humorísticos, fantasiosos, realistas, etc. con un manejo del lenguaje que se pasea por todo lugar, no teniendo límites cuando de estilo se trata. Lo que Antonio Llaca nos ofrece en Señores, ¡yo no me dedico a eso! es espléndido: un viaje a La Habana ─permitiéndonos acercarnos a su historia e identidad─, una mirada profunda a la condición de ser mujer, la inspección de los monumentos de la Habana y referencias a la obra de García Lorca, la observación de algunos experimentos sociales cubanos y un vistazo a la relación entre Constitución, sistema legal y justicia en Cuba. Bastante más de lo que podría esperarse de un escritor no célebre.
La obra trata de un juicio realizado en el Tribunal Provincial de Ciudad de La Habana contra Martica, una hermosa mujer acusada de jineterismo (prostitución), escándalo público, actividad económica ilícita, ocupación ilegal de una vivienda, etc. El juicio nos es presentado etapa por etapa poniendo al descubierto todas las triquiñuelas con que viene envuelto un tal proceso.
La Habana se nos presenta por medio de un lenguaje natural, lleno de regionalismos que capturan con frescura el modo de ser cubano y que no despistan al lector ya que se le ofrece al pie de página sus significados en español castizo. Aparecerán así su modo de transporte, sus viviendas, sus creencias, su economía, los ciudadanos más pintorescos, sus turistas, etc. creando la impresión de estar adentrándose a la idiosincrasia de La Habana.
La descripción de los monumentos cubanos aporta la sensación de estar caminando por las calles habaneras, y las referencias a la obra de García Lorca amplían la mirada hacia el mundo. Aparecen así la estatua de José Martí, de Cristóbal Colón, de Neptuno, de la Giraldilla, las que decoran el Capitolio de La Habana, la fuente de las Ninfas, de la India, de los Leones, etc. tanto en fotografía como en los detalles de su construcción, y se insertan en el texto de una manera tal que casi no interrumpen el discurso. Mostrando un gran apego por la obra de García Lorca cita oportunamente la Yerma, Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba, etc. Ambas decisiones contribuyen a hacer de la lectura de este libro un deleite.
El lenguaje utilizado por el autor es apropiado, rico, sin afectaciones innecesarias y responde en general a una gramática adecuada. No está exento de errores ─como casi ningún libro que no haya sido revisado por un editor profesional lo está─ pero son descuidos menores que no afectan el evidente refinamiento de la prosa de Antonio Llaca. Más notorio e inconveniente, a mi particular parecer, es el hecho de que el autor escriba respetando las reglas de ortografía tradicionales en lugar de las modernas. No podemos señalar esto como una falta, de ninguna manera, hace solo cuatro años que se han cambiado las reglas ortográficas de nuestro idioma (Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Ortografía de la lengua española. Madrid: Espasa, 2010).Estimo que la asimilación de estas nuevas normas tomará al menos una nueva generación. Sin embargo, son justamente los editores, los periodistas, los profesores de español, los escritores, etc. quienes deben estar a la vanguardia de los cambios en el uso de la lengua y asumir la responsabilidad de difundir el actual manejo de nuestro idioma. Puede que nadie más lo advierta pero ese es justamente el problema: que nadie se entere de los cambios acordados por las Academias. ¿Algunos ejemplos de las novedades en el uso del español? La eliminación de la tilde en el adverbio solo y en los pronombres demostrativos (este, esta, aquella, etc.), la escritura de los prefijos que deben aparecer unidos a la base (ex, pre, pro, super, etc.), la prescindencia de la mayúscula en las profesiones u oficios (juez, fiscal, abogado, ministro, presidente, etc.).
Sobre el estilo narrativo podríamos decir que hay agilidad, autenticidad, vida, energía, etc. Es un libro que se leerá velozmente, de esos que capturan por su dinámica. Sin embargo, el autor debería tal vez ─y solo a veces─ frenar tanto ímpetu y echar mano de los puntos seguidos para permitir pausas al lector, y ayudarlo así a seguir una lógica que de tan larga y compleja suele perderse en el camino. Hay párrafos de una extensión con la que es difícil lidiar; porejemplo, el iniciado en la página trece y terminado hacia el final de la página catorce sin un solo punto de por medio a pesar de que empieza hablando del juicio de Martica y termina disertando sobre Cuba y el socialismo.
No quisiera terminar estos comentarios sin hacer una mención a la portada de libro, inspirada en el Interrogatorio, extraordinaria obra de Nicolay Bessonov, y al sobresaliente prólogo escrito por María B. Rivadulla quien enmarca la obra en el sentir cubano, y subraya el rol de la mujer cubana antes de la revolución y después de esta. Hace referencia en particular a las llamadas escuelas del campo y al jineterismo ya que ambos fenómenos sociales tocarán la vida de la protagonista.
Es con una inmensa complacencia que descubrimos y presentamos a Antonio Llaca como un nuevo escritor latino-canadiense en la región Ottawa-Gatineau. Invitamos no solo a los cubanos sino a todos los latinoamericanos a leer este libro que tanto dice de la peculiar manera de ser de nuestras sociedades. Antonio Llaca tiene todas las cualidades de un buen escritor: desborda cultura, observa, investiga, mezcla realidad con ficción, tiene humor, no tiene miedo a experimentar, logra dar vida diferenciada a personajes diversos, despierta la curiosidad, consigue elaborar una trama alrededor de una temática central, sabe conectarse con el lector; en fin, cuenta con todas las herramientas para hacer de la literatura lo que debería ser: un arte.
¿RECOMENDARÍA LEER ESTA OBRA?
0-1 |
2-4 |
5-7 |
8-9 |
10 |
*** |