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El entenado – Juan José Saer
EL ENTENADO
Juan José Saer. Editorial Seix Barral, 2002.
Juan José Saer nació en la provincia de Santa Fe en Argentina en 1937 y falleció en París, Francia en 2005. Es considerado uno de los escritores argentinos más importantes e influyentes. Tres de sus novelas suyas —entre ellas El entenado— figuran en la lista de los mejores cien libros en lengua castellana de los últimos veinticinco años (es decir entre 1982 y 2007).
Este relato fue inspirado por la historia verídica de Francisco del Puerto, un muchacho que a principios de 1516 acompañó a Juan Díaz de Solís en su expedición hacia el Río de la Plata. Cuenta la historia que cuando el capitán y un grupo de su tripulación –entre ellos el joven grumete- descendieron a una isla de la costa oriental del río, fueron atacados por un grupo de indígenas que terminó asesinándolos para después comerse a cada uno de ellos en un acto de canibalismo ritual. Se ha cuestionado la verosimilitud de este último hecho pero sí es cierto que el único que se salvó fue el joven Francisco, el cual permaneció viviendo con la tribu durante más de diez años. Y de eso trata la novela, de un grumete que vive exactamente la misma experiencia, con la diferencia de que en la obra no se especifican fechas o lugares ni se usan los mismos nombres.
Ese único sobreviviente del enfrentamiento entre indígenas y europeos es el entenado. El enfoque de la obra lo da un narrador que es el entenado mismo convertido en un hombre anciano dedicado a compartir sus recuerdos y pensamientos, dejando testimonio escrito de sus vivencias.
Se ha dicho que es una novela histórica pero realmente no lo es. La obra es más bien de carácter antropológico con reflexiones filosóficas. No empieza así ciertamente pero en eso se convierte. El relato se inicia con un viaje marítimo, y ya en este el autor explota la atmósfera de ruptura con una vida normal, o sea esta en la que tener la tierra bajo nuestros pies nos da una sensación de cobijo que el mar nos quita. Y así transcurre la travesía hasta que se llega a la isla. A partir de ese momento, el entenado se dedica a compartir con nosotros su experiencia de convivencia con los indígenas así como sus observaciones sobre su forma de vida, a pesar de que pareciera no entenderla cabalmente. Luego, nos narra el regreso a su cultura de origen diez años más tarde, donde vive el desconcierto de sentir que no pertenece más a esta. Nos cuenta en qué se convirtió su vida a partir de ese momento, y sobre todo, las sensaciones y reflexiones que lo marcaron y acompañaron el resto de sus años.
Sus interrogantes son muchas y parten del particular modo de vida de la tribu indígena. ¿Un ejemplo? Veamos el que sigue. El autor entra en cuestionamiento de la existencia de las cosas, de la veracidad de su relato, de la certeza de poder distinguir entre sueños, recuerdos y realidad ya que los indígenas perciben el mundo como precario e incierto. Esa incertidumbre no radica solo en el hecho de constatar que el mundo cambia o muere sino en la conciencia de que se accede a este con mucha dificultad. En consecuencia con este modo de pensar, en la lengua indígena no existe el verbo “ser”, lo más cercano a ello es el verbo “parecer”. Las cosas son en relación con nosotros; así que, en realidad no son sino que parecen. El árbol no es un árbol sino muchos árboles porque están en continua transformación dependiendo de sus cambios y de cómo se actúa con ellos, porque de esa interacción depende su vida. Igualmente, los indígenas y su tierra son un solo ente, inseparable. De ahí que necesiten tanto reafirmar su presencia, desarrollar una identidad, protegerse del cambio y buscar testigos de su existencia.
Hay muchas más disquisiciones, y sus análisis son dichos de manera enrevesada, dubitativa, filosófica, peregrina. No es una novela recreativa sino de profunda y compleja reflexión. El título mismo de la obra da que pensar, nunca se sabe nada de la infancia del entenado, de su familia o del lugar de dónde él provenía, no se sabe si fue su padre o su madre quién le faltaba, no se le presenta arraigado a nada ni nadie, no se le da nombre, no se le conoce pareja, no podríamos asegurar que era entenado. ¡Y sin embargo es el título del libro! A mi modo de ver esto puede significar que el entenado representa al abandonado, al que no pertenece a ningún sitio, al desterrado, al que no se ha encontrado a sí mismo ni a su guía y que, sin embargo, busca entender el mundo.
¿RECOMENDARÍA LEER ESTA OBRA?
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