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Otra vez las estrellas
Campione-Piccardo, J. (2025). Otra vez las estrellas.
Letralia, Tierra de Letras; FB Libros C.A.
Encontrarme con este libro ha sido una experiencia reveladora: confirma que la literatura en español escrita en Canadá alcanza hoy niveles de madurez y profundidad notables.Mi mayor satisfacción sería tender un puente firme entre su voz y la mente del ustedes, potenciales lectores.
José Campione-Piccardo es, dicho con claridad y brevedad, un maestro de la literatura castellana. Esta afirmación, tan elocuente en sí misma, me obliga a responder una pregunta que una buena amiga me hizo hace poco: «¿Qué es literatura?» O por derivación, ¿qué criterios nos permiten distinguir la literatura de alta calidad de aquella que no alcanza tal nivel? Las respuestas son múltiples. Trataré de resumirlas y ejemplificarlas aprovechando los cuarenta y cinco textos que Campione-Piccardo, el Maestro, nos ofrece en esta su segunda compilación de cuentos titulada Otra vez las estrellas.
A decir de Terry Eagleton, británico, considerado una de las figuras más influyentes en el campo de la teoría literaria contemporánea, la literatura implica una desestabilización de las normas del lenguaje común, corriente u ordinario; es decir, supone distanciarse del lenguaje pragmático para destacar la forma, el tono, la sintaxis y otros aspectos retóricos. Por el mismo rumbo, pero de manera más específica, Roman Jakobson, lingüista ruso, decía que es la función poética del lenguaje la que caracteriza a la literatura, o sea cómo se compone el discurso: su ritmo, su sonido, la metáfora que pueda contener.
Y aquí nuestro primer ejemplo. Cuando un escritor no muy ligero, podría decir: «Esta mañana, cuando salí al balcón, vi cómo el viento secaba el agua de las hojas» —y tendríamos que reconocer una cierta musicalidad en su redacción—; el Maestro dice: «Temprano en la mañana, la fina brisa que comenzaba a levantar desde el mar enjugaba —como lágrimas— gotas de rocío naciente en las hojas del enorme árbol frente al balcón» (p. 37). Lo que literalmente se narra es lo mismo, pero lo que se trasmite va más allá de lo literal. Campione-Piccardo se exige en crear una atmósfera de la que el lector atento no podrá escapar. Al leer su relato, sus palabras probablemente atravesarán nuestro corazón; robándonos un suspiro o quitándonos el aire. Lo cotidiano desaparecerá, se irá lejísimos, olvidado por un instante. Si así fuere, allí tendríamos una primera respuesta: eso es literatura refinada.
Otro ejemplo. Donde un escritor común podría decir: «Muchas mariposas púrpuras llegaban desde atrás de la montaña, de donde provenían», el autor nos dice: «En grandes números, llegaban las Anartias escarlata, desde los terrenos allende la montaña, donde habían nacido en plena campaña, luego de haber pasado todas las etapas iniciales de su metamorfosis en las hojas frescas de los acantos silvestres» (p. 109). Una vez más la literatura, o el literato, convierte lo habitual en revelación, y confirma —como dice Marcel Proust— que «El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos».
Amén de un vocabulario muy especializado en biología y, más aún, en microbiología, dada la especialidad en medicina del autor, él nos inundará de léxico náutico, vocablos charrúas, nombres de los pueblos originarios de Canadá, y enriquecerá sus textos con la amplitud de su cultura y erudición.
Con él, descubriremos o resucitaremos palabras que nuestra hermosa lengua conserva escondidas. Con él la intertextualidad se despliega en toda su riqueza al evocar el teatro, la ópera, la novela, la sinfonía, etc., transportando al lector a un universo donde la palabra se hace espectáculo. La vasta cultura del escritor se convierte en un terreno fértil, del que brotan textos más ricos, profundos y matizados. El autor citará desde escritores de la época del Renacimiento francés, Michel de Montaigne, por ejemplo, hasta la transmisión de un programa documental de la cadena Canadian Broadcasting Corporation, pasando por muchas otras fuentes, donde no podían faltar sus admirados Borges, Onetti y Cortázar.
Gracias al autor sabremos que Francis Beaufort fue un hidrógrafo británico que concibió su célebre escala de viento en los días de servicio en la Marina Real; nos presentará también al pintor indígena canadiense Norval Morisseau, y, si nos aventuramos a indagar, nos llevará hasta el montevideano José Luis Invernizzi, cuya obra despliega un uso variadísimo del color y un compromiso social indeclinable. Y entre líneas, ofrecerá un homenaje a Galeano, sin pronunciar jamás su nombre.
Más aún, unirá metáfora a intertextualidad. Aquí cito algunos ejemplos a manera de ilustración. Cuando al intentar describir un cielo rosa, el autor nos dice que «…un firmamento de fantasía reproducía en nubes y cielo los copos rosa púrpura sobre terciopelo añil de algunos de los óleos de José Cuneo» (p. 33); o conocemos la obra de este artista uruguayo, el pintor de las lunas, o accedemos a sus pinturas para poder capturar lo que está en la imagen mental del escritor y así adentrarnos a su mundo.
Por descubrir a qué se refiere cuando dice que un personaje exhibe la «aciaga sonrisa de Pierrot» (p. 35), terminaremos investigando la evolución de la llamada Comédie-Italienne en la Francia del siglo XVIII para al fin llegar a ese payaso de sonrisa ambigua.
Nos trasladaremos a la ópera La Bohème de Puccini, cuando el autor hace referencia al aria Vecchia zimarra para entender la relación que uno de sus personajes tenía con el abrigo que llevaba puesto.
La mirada del perro que aparece en el óleo «Tableau Vivant de Dorothea Tanning» (p. 70) describe cómo miraba una mascota, un labrador. ¿Cómo imaginar esos ojos sin contemplar ese cuadro?
Y el hombre aquel seguirá «la prevaricación de Père Grandet» (p. 83), el patriarca de la familia en la novela Eugénie Grandet de Honoré de Balzac. Y más nos valdría haber leído a Balzac para entender cabalmente la descripción del personaje.
Con el protagonista de la novela Las penas del joven Werther de Goehte, explicará las emociones de un muchacho enamorado (p. 98).
Y así por el estilo, a través de las trescientas cincuenta páginas de esta obra.
Aun prescindiendo de la intertextualidad, su metáfora desarrolla complejidades. No le basta decir, por ejemplo, que la mirada de una mujer es honda como el fondo del mar, sino que utilizará la imagen de una ‘sondaleza’ —instrumento que se usa para medir la profundidad del océano— y la de un ‘escandallo’ —parte de esa sonda que sirve para reconocer la naturaleza del fondo del agua— para así aludir a que la gran distancia y demás datos obtenidos con esas herramientas: «no eran sino una infinitésima fracción de aquella en que le sumergiera un par de ojos imposibles» (p. 41).
José Campione-Piccardo echa mano de otras muchas técnicas literarias tales como la prosopopeya o personificación, por medio de la cual hace hablar a un animal o una flor; la metamorfosis, cuando esta flor cambia su naturaleza para convertirse en ser humano; la negación de la ficción creada, al desmentir la existencia del protagonista del cuento hacia el final de este, cuestionando así la frontera entre ficción y realidad; y la de las voces entrecortadas, por proporcionar apenas algunos ejemplos. En esta última, el autor —no proclive a usar diálogos— usa dos voces que se intercalan proviniendo tal vez de dos momentos o lugares diferentes, creando una atmósfera críptica, ya que uno de los personajes interrum-pe al narrador omnipresente antes de que termine su intervención. Este personaje parece hablar con alguien, no se sabe con quién (diálogo enigmático), pero lo hace por fragmentos ya que da inicio a su intervención sin concluirla, para dejar proseguir al narrador, y más tarde terminar su frase inicial, y así sucesivamente; mientras el narrador simplemente ignora al personaje.
Enfocándonos en el narrador, amén del clásico narrador en primera persona, o del narrador omnipresente, en otro de sus cuentos seremos testigos de la coexistencia de ambos cuando el escritor hace constantes cambios del foco narrativo en lo que parece ser un desdoblamiento de narrador, sin llegar a serlo. Se trata de una alternancia intradiegética y extradiegética. Y no son simplemente narraciones independientes: el narrador en primera persona continúa el discurso del narrador omnisciente, otorgándole el estatus de voz superior.
En otro cuento, sin transición explícita, el personaje hace un cambio de focalización temporal y su voz narrativa, antes de adulto, comienza a introducir recuerdos, siempre en primera persona, pero esta vez como niño, situándose de lleno en su infancia como si la estuviera viviendo en ese instante.
Una última mención sobre los narradores la merece la existencia del narrador disociativo, tema al cual el Maestro le dedica uno de sus ensayos disfrazados de cuento: «La voz del narrador errante» (pp. 287-296). Esta obra tiene múltiples méritos: el narrador analiza ese concepto hablándole al lector (ruptura de la cuarta pared) para concluir que en la lengua castellana hay narradores que pueden tener distintas personalidades dependiendo de la decisión del lector, análisis que además de ser teórico, se apoya en un ejemplo práctico. Por añadidura, el narrador disociativo es invención del Maestro.
Hasta este punto hemos vislumbrado el dominio que José Campione-Piccardo ejerce sobre las artes de la escritura; pero ¿qué decir del fondo mismo de su obra? Si, como sostuvo Jean-Paul Sartre, creemos que la literatura es un acto de libertad y compromiso, y no solo una búsqueda del embellecimiento de palabras; el autor asume su responsabilidad frente al mundo, porque sutil, pero firmemente, denuncia la desaparición y la tortura de seres humanos bajo las dictaduras militares a la vez que propaga el mensaje de «Olvidar, ¡jamás!». Se duele frente al genocidio. Critica la superficialidad, el esnobismo, el exceso de burocracia, la falta de pensamiento propio, devela los mezquinos intereses materiales en detrimento del bienestar humano; arrincona a los concursos de cuentos y a sus jurados, a los críticos literarios y a los editores. Y sí, eso también es literatura de alto nivel: lograr armonizar ambos aspectos, forma y contenido, porque la literatura nos interesa, como dice el doctor Andrés Amorós «por los nuevos senderos que explora y porque estas búsquedas no son gratuitas, sino que van unidas a los más hondos problemas del hombre de nuestro tiempo».
Lejos de ser exhaustiva, presento aquí una muestra de los temas que despiertan su interés. Recurriendo a su conocimiento sobre la física, en una de sus obras, echa mano del bosón de Higgs, esa escurridiza partícu- la, para concluir que la libertad con la que vive todo ser es relativa. En otro cuento partiendo de un enfoque microscópico hará una reflexión sobre la existencia del ser y lo que lo rodea, para llegar a tocar temas como la conciencia, el lenguaje, la comunicación y su integración con el universo.
El lenguaje es, sin duda, uno de sus temas favoritos, aunque a veces queda en entredicho. Tal sucede cuando explora cómo el ser humano se alejó de la realidad para crear un mundo lleno de conceptos inventados —con la palabra, mito de todos los mitos— que ahora parecen substituir la realidad, falsedad en la que todos estamos inmersos, a pesar de que la realidad debería estar por encima de los mitos. En el cuento «La guerra y la paz» (pp. 319-327) le atribuye al lenguaje estar «en el corazón mismo de la violencia entre naciones, etnias, religiones, ideologías» (p. 324) y lo responsabiliza —aunque indirectamente— de las guerras. Entra, por otro lado, en el terreno de la teoría lingüística. Reflexiona sobre la evolución y el poder del sonido en la comunicación. Hace epistemología de la comunicación a partir de la escritura. Explora una arista tras otra, dando la impresión de que sus perspectivas son inagotables.
Debe señalarse también que, aunque el autor insista en lo contrario, muchos de estos temas están escritos en un registro que pertenece más al ensayo que al cuento.
Tras recorrer territorios tan complejos, mencionaré algunos ejemplos que se leen con menos densidad, pero no con menor interés.
La famosísima obra La noche estrellada de Vincent van Gogh, objeto de innumerables análisis, pasa por la mirada del autor quien —no es de sorprenderse— realiza interpretaciones únicas de ese óleo. En un caso, rompiendo el cisma entre ciencia y arte, utiliza su bagaje científico para demostrar que Van Gogh lo pintó observando en el cielo real las constelaciones que se refieren al mito de Andrómeda. Por otro lado, de una manera más bien lúdica, en otro cuento, hará que los pequeños alumnos de una escuela primaria den rienda suelta a su imaginación para interpretar lo que en él ven. Con sus respuestas se revela la riqueza y originalidad del mundo creativo del autor.
Mis tres cuentos favoritos:
«La segunda carta» (pp. 117-133) es el cuento más largo y, a mi juicio, también el intelectualmente más impresionante de este libro, lo que ya es mucho decir en un océano de relatos extraordinarios. Antes que un cuento, es un ensayo más. En cerca de una veintena de páginas, José Campione-Piccardo despliega con maestría sus virtudes logrando que dos naciones tan distintas como la canadiense y la uruguaya se asemejen desde el punto de vista geográfico, limítrofe, racial, económico, lingüístico e histórico. Parece imposible, pero el autor lo logra. Y al hacerlo, nos brinda una visión del mundo más humana: el «primer» y el «tercer» mundo se funden en uno solo, y nuestras luchas, nuestras esperanzas y desafíos, dejan de ser exclusivos de ciertos territorios para ser más nuestros que nunca. Y un sentimiento muy profundo se cierne en el aire: si Canadá y Uruguay son uno, entonces el mundo entero lo es; somos, en esencia, una sola humanidad. No está de más recordarlo.
En «Raíz en flor: Rhizanthella» (pp. 149-154), una orquídea que nace y florece bajo tierra se erige en metáfora de la travesía íntima de un habitante del sur del continente americano que, al migrar, busca abrirse camino en Canadá. En sus páginas se revela la manera en que este, su nuevo país, es percibido y, más aún, cómo su propia existencia constituye hoy parte del Canadá castellano. De una belleza inusitada, esta obra resiste cualquier intento de comentario: lector, solo al leerla podrá acercarse a su misterio.
En «La monotonía del tedio» (pp. 335-352) describe el inicio y desarrollo de la humanidad con base en especulaciones muy probables o en hechos evidentes; hasta que llega a este momento, el siglo XXI, nuestro momento, este que comienza a ser invadido por la inteligencia artificial. Y allí nos anuncia un posible futuro para la humanidad —tema actualmente activo en los círculos académicos y científicos—: la inteligencia artificial adquiere conciencia, o un cierto sentido del yo. Lo que sigue es de terror. Y sin escape.
José Campione-Piccardo encarna la figura del médico, científico, escritor, investigador, lingüista, historiador, filósofo y librepensador en una sola persona. Acercarse a su obra no será tarea fácil: exige del lector una disposición al pensamiento crítico y a la complejidad; pero quienes acepten ese desafío descubrirán una experiencia intelectual que podría transformarlos.
Flor de araribá – Gloria Macher

FLOR DE ARARIBÁ
Gloria Macher. Editorial Verbum, S. L., 2017.
Gloria Macher es una escritora nacida en Perú, país del que emigró para vivir en Brasil durante una quincena de años. Pasó un periodo de su vida en Estados Unidos y luego viajó a Canadá donde radica actualmente. Cuenta con una maestría en Ciencias Económicas de la Universidad de Montreal. Entre sus obras más notables figuran Las arterias de don Fernando (2013), Mi reina (2014), La gringa del parque (2015) y el conjunto de relatos Viajando por precipicios (2016) que a continuación reseñaremos. Ha sido premiada con The International Latino Book Award 2014 por la primera de las obras aquí mencionadas. El libro que aquí nos ocupa ha sido finalista en el Premio iberoamericano Verbum de novela 2017.
Gabriel García Márquez dijo que no se escriben novelas con ideas sino con imágenes o emociones. Con ideas —explicaba— se escriben ensayos, trabajos académicos, etc. La literatura de Gloria Macher, sin embargo, combina mensaje, imágenes y problemas de la sociedad moderna. En esta obra un problema de salud pública sirve para mostrar los entretejidos de las ambiciones económicas y el poder.
Flor de araribá comienza con una imagen terrible. Marcos Pereira dos Santos, doctor en medicina, está encerrado en una celda llena de moho en una cárcel de Mato Grosso, en el Brasil. Este hongo ha llegado a la lengua del doctor Pereira y la ha poblado de una pilosidad negra que le dificulta respirar. El doctor Pereira dos Santos llegó a Matto Grosso desde Río de Janeiro al haber sido nombrado por Médicos sin frontera para participar en un proyecto de contención de una posible epidemia de cólera. Y ahí comienza la historia.
La intervención del doctor se suponía ligada exclusivamente a su profesión, pero terminó siendo una historia de amor, de traiciones y de reacciones despiadadas para proteger intereses económicos. Con este enfoque, la autora subraya una función muy particular de la literatura: la de la sensibilización social para la protección del medio ambiente y la denuncia de los intereses políticos que se protegen a sí mismos en desmedro del bienestar público. Ambas prácticas —la sensibilización y la denuncia— marcan la narrativa de Gloria Macher no solamente en este libro sino en su obra en general.
Un ciento de personas están internadas en el hospital de Vila dos Santos. Se sospecha que el origen de esos males sea el cólera, se solicitan análisis de laboratorio, pero los resultados demoran mucho en llegar. Las aguas del río Gincoporé parecen estar contaminadas, pero las autoridades no muestran ningún interés en confirmarlo. ¿Por qué? Un grupo de inversionistas de una multinacional llamada Molabanto desean comprar unas tierras en Vila dos Santos, y estas se ubican justamente al lado del río Gincoporé. ¿Quieren los compradores que las tierras bajen de precio? ¿O los vendedores quieren ocultar lo que sucede para asegurarse de que las tierras sean compradas?
El doctor Marcos Pereira no quiere ni plantearse estas preguntas. De manera ingenua, se va adentrando a un problema que él considerará un asunto de salud pública. Lo mira con ojos de científico, y no sospechará que su presencia puede despertar y llamar a la acción a quienes detentan el poder político. Estas personas intervendrán para negar el problema e impedir a todo precio que se investigue ese fenómeno. No es que Marcos Pereira no tenga conciencia de la existencia de intereses políticos. Simplemente quiere desligar unos de otros, concentrarse en aquello que le interesa y para lo cual está capacitado. Él está ahí para mejorar el protocolo de los diagnósticos y tratamientos el cólera. Hará su estudio y su propuesta, y partirá sin intervenir en asuntos que no le competen.
Las ceremonias de candomblé, los cantos propios de esta actividad cultural, la vegetación de la región, su fauna, etc. ambientan el recorrido que el doctor hace por la zona. La autora conoce el país suficientemente para presentarnos sus frutos, sus comidas, sus embarcaciones, sus creencias. Leemos la obra y viajamos.
La flor de araribá la lleva en sus largos cabellos negros, una mujer llamada Alcida que cautiva a Marcos desde el primer instante en que se cruzan. Y el lector lo entiende cuando Alcida voltea a mirar a Marcos «mostrando sus labios de miel, sus ojos almendrados de carbón, y bajando la cabeza con gesto cordial». Así comienza la autora a crear un personajes femenino sensual que se mostrará poco a poco como una mujer inteligente. No es de extrañar que Marcos se rinda ante ella, pese a todos los obstáculos.
La trama se va desenvolviendo muy naturalmente. No hay artificialidad en ella, solo realidad. Quizá esta novela no tenga el poderío de los cuentos de Macher, aquellos que leímos en Viajando por precipicios, pero no carece de las cualidades importantes de este género. Los escritores a veces narran cuentos sin poder escribir una novela y, viceversa, escriben una novela sin poder entregarse al género cuentístico. Con este libro, Gloria Macher muestra su versatilidad narrativa demostrando que puede narrar en ambos géneros.
El libro podría elevar su calidad literaria con una buena edición. La autora no se autopublica, cuenta con Editorial Verbum para revisar su obra, pero —inexplicablemente— esta casa editorial publica el libro sin editarlo (o si lo edita, lo hace muy mal). Sucedió lo mismo con Viajando por precipicios. Lástima que se le quite tanto mérito literario a una obra que transciende las temáticas livianas para hacer de la literatura una herramienta de conciencia social. Lástima porque al lector le afecta. Es hora de buscar una solución a este problema. El trabajo más difícil, que es el de escribir una historia con un mensaje esclarecido, basado en el conocimiento, ya está logrado. Ahí está la creación. Lo demás es forma, pero esta cuenta; sino la literatura no sería un arte.
Paraíso a lo cubano – Jocy Medina

PARAÍSO A LO CUBANO
Jocy Medina. Gatineau, 2017. Autopublicación.
Jocy Medina nació en Buena Vista, un barrio de La Habana, en 1974. Salió de Cuba con apenas veinte años y desde entonces vivió en Kenia, China, México y Canadá, país este último donde reside actualmente con su madre y su único hijo. Sus primeros escritos se dieron a conocer a través de su blog Un pedacito de Cuba. En él se pueden leer desde artículos donde se dan consejos a quienes quieren conocer Cuba hasta capítulos de sus libros Habana Dura y Paraíso a lo cubano.
«Por las venas de Jocy Medina borbotea la sangre de una artista. Nada debe detenerla en su deseo de escribir», decía el último párrafo del artículo donde comenté Habana Dura ─el primer libro de la autora. Hoy suscribo esas palabras, y lo hago porque la escritura de Jocy Medina está llena de energía, transmite una dinámica que fluye sin tropiezos, nos muestra la percepción del cubano común y corriente acerca de la Cuba del Periodo Especial así como aspectos de la religión yoruba, tiene una trama clara de donde la autora casi no se desvía y si bien maneja un lenguaje cotidiano, en ocasiones lo trasciende para ofrecernos también metáforas o simplemente la originalidad con que puede describirse cualquier hecho cotidiano. La autora logra todo esto y no es poco.
La obra trata de una joven veinteañera llamada Dalia Salinas, una chica del barrio de Buena Vista apodada la Chica Mermelada a raíz de que su abuela Rosa —mujer que hace de madre para Dalia— gana dinero vendiendo mermelada a sus vecinos. Dalia no estudia ni trabaja ni tiene claro qué desea hacer en la vida. No lleva una vida social agradable y apenas se interesa por el vóleibol. Su vecino, un buen amigo llamado Pedro, merodea alrededor de su vida. Y Waldo. Este es un general del ejército que trabaja para el Departamento de Seguridad del Estado. Además, es responsable de vigilancia, lo que significa que le corresponde informar sobre cualquier acto expresado por los ciudadanos en contra el sistema político. Es un hombre casado y tiene un hijo, casi le duplica la edad a Dalia, pero vive obsesionado con hacerla su mujer. Son vecinos, lo cual facilita su proyecto de conquistarla, pero en realidad él no necesita facilidades porque no reconoce límites físicos ni morales para lograr su propósito. La vida se encargará de responder a tan tremenda obcecación de manera proporcionada. Es de interés la mención del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), organismo establecido en cada cuadra para vigilancia y control de los ciudadanos. Una docena o más de ellos conforman el Comité de Zona. Entre el control y las carencias, los cubanos se las tienen que ingeniar para sobrevivir. Cuando la situación económica apremia a Dalia, esta busca salidas sin mucho éxito. El amor comienza a inquietarla y a presentarse como una solución potencial para el estancamiento de su vida.
En términos generales así se resume la historia de este libro, la cual puede verse desde dos perspectivas. Por un lado, nos ofrece la oportunidad de familiarizarnos con la vida de Cuba desde su propio suelo, alejarnos de la mirada del analista político o del turista para observar la vida de una familia que si bien no es típica, es al menos representante de algunos ciudadanos comunes y corrientes de ese país. Ciertos aspectos pueden serle conocidos al lector latinoamericano, pero no basta haber visto de cerca o haber sufrido la pobreza para entender la vida de la isla; para comprenderla hay que haber vivido allí. Jocy Medina puede dar testimonio de ello porque nació y vivió en Cuba, y vuelve a ella cada vez que puede. A través de su narrativa, Cuba se vive no solo en los espacios o en las expresiones lingüísticas propias del lugar, sino que nos hace experimentar lo que es no poder pensar con libertad ni mucho menos decir lo que se piensa. A través de la protagonista se siente esa sensación de no saber qué hacer con nuestras vidas, ese pesar de no encontrar el rumbo. Se recuerda la frustración de no ver los frutos de nuestros esfuerzos porque la sociedad no nos ayuda a hacer realidad nuestros sueños. Es patético sentir que Dalia camina horas tocando la armónica (filarmónica en términos cubanos) para brindar servicios que nadie puede pagar. Los ojos y oídos vigilantes de los encargados de controlar a los ciudadanos y los peligros que esto conlleva limitarán los actos religiosos, los lugares que se puedan visitar, la comida que se lleve a la boca, los amores que una persona se pueda permitir, etc. Toda la libertad estará afectada, y el argumento del famoso libro 1984 dejará de ser una metáfora para convertirse en realidad a través de un monstruo silencioso que parece mirarnos a cada paso.
Por otro lado, el hecho de que los dos libros que ha escrito Jocy Medina tengan como protagonista a una bonita joven veinteañera muy conocida por su sobrenombre, que ambas vivan en la época del Periodo Especial, que enfrenten grandes obstáculos para salir adelante, que se relacionen sentimentalmente con hombres extranjeros y que, en cierta manera, vean en su unión con un hombre la mejor manera de enrumbar su vida nos hace cuestionarnos la capacidad imaginativa y creativa de la escritora. Ambos libros se parecen en la esencia.
Hay un doble desenlace en la obra, uno de amor y otro de odio, ambos poco creíbles. En el primer caso no porque la historia parezca irreal sino por la falta de elaboración de la relación sentimental de la pareja. En el otro desenlace, el del desamor, el final se parece al de un cuento infantil que hasta incluye una moraleja. Es una historia poco convincente desde el punto de vista familiar, moral, policial o de la criminalística.
El cambio de editor hizo que la obra de Jocy Medina mejorara sustancialmente en la puntuación de los diálogos y de las citas. Sin embargo, a su nuevo editor, Joaquín Nuñez Quincot, se le escaparon otras faltas. Persisten los errores a nivel de ortografía (por ejemplo, dejó pasar la palabra callera en lugar de cayera, pág. 35; si en lugar de sí cuando se afirma, págs. 49, 72, 74, etc.; asechar en lugar de acechar, págs. 50 y 125; frio en lugar de frío, págs. 52 y 103; descocidos en lugar de descosidos, pág. 91; lijera en lugar de ligera, pág. 129; consiente en lugar de consciente, págs. 193 y 200; etc.), los errores mecanográficos, los de maquetación, algunos en las notas de pie de página, la omisión de palabras imprescindibles, etc. Esto nos enfrenta a la clásica pregunta literaria sobre qué importa más cuando se escribe, ¿el fondo o la forma? Respondo junto con Vargas Llosa, quien ha afirmado repetidamente que en literatura todo cuenta: la historia, los personajes, la ortografía, la sintaxis, la elección de las palabras, la puntuación, la técnica literaria, etc. Todo. Jocy Medina tiene grandes cualidades para escribir, pero si le interesa progresar va a tener que reflexionar sobre los aspectos formales de su obra. Como le decía a ella, escritores los hay de todo tipo, pero los mejores autores no escogen desarrollar una de estas áreas, sino que trabajan en todos los ámbitos: tocan el corazón, el espíritu o el intelecto del lector (o mejor aún, los tres al mismo tiempo) a la vez que buscan la excelencia en la forma de narrar. Ese es el reto de este arte tan complejo que es la literatura. Jocy Medina cuenta con talento para conquistarlo, pero solo a ella le compete decir a qué nivel quiere llegar. El futuro nos lo dirá.
La náusea – Jean-Paul Sartre

NÁUSEA
Jean-Paul Sartre. Editorial Época S. A., 2008.
Jean-Paul Sartre estudió en la Escuela Superior Normal de París donde se gaduó de doctor en Filosofía. Sirvió en el Ejército Francés entre 1929 y 1931 y en la Segunda Guerra Mundial. Al liberarse como prisionero de guerra se involucró en los acontecimientos más importantes de su época. Apoyó la lucha contra el colonialismo francés en Argelia, se opuso a la Guerra de Vietnam, difundió los crímenes de guerra de Estados Unidos, etc. Escribió El ser y la nada (1943), El existencialismo es un humanismo (1946), Manos sucias (1948), La crítica de la razón dialéctica (1960). Entre sus libros de más impacto están La náusea, su primer libro (1938) y los incluidos en su triología Los caminos de la libertad (1945-1949) compuesta por tres libros: La edad de la razón, El aplazamiento y La muerte en el alma.
La Náusea es una obra filosófica antes que una obra literaria y, por añadidura, un texto de muy difícil comprensión dado que es el primer libro que escribió Sartre y, al parecer, en él intentó abarcar todo su pensamiento filosófico no del todo maduro para entonces. Cuando el autor hizo la primera versión del libro, contaba con veintiséis años, pero no la publicaría hasta siete años más tarde. Cuando finalmente se publicó se habían eliminado decenas de páginas de la versión original, lo cual debe haber contribuido a su falta de consistencia interna. Para entender este libro es aconsejable, entonces, contar con información previa sobre la corriente filosófica existencialista ya que es esta la visión que la novela prentende plasmar. A continuación intentaré hacer un resumen de este pensamiento antes de abordar la mencionada obra en sí.
El existencialismo parte del concepto de que no todo lo que existe en realidad existe. Los objetos, las plantas y los animales al carecer de lenguaje no pueden pensar ni decidir sobre su vida. Únicamente los seres humanos tenemos esa capacidad y cuando la ejercemos utilizamos nuestra conciencia y solo así podemos, por lo tanto, existir. Al existir definimos la esencia de nuestro ser porque esta se forma por nuestros actos. Lo que hagamos o dejemos de hacer determinará quiénes somos, es decir nuestra esencia. La esencia, entonces, se construye. No nacemos con ella.
Los conceptos de libertad y responsabilidad juegan así un rol importante según este pensamiento filosófico. El ser humano es libre y puede decidir su destino. En el existencialismo hay también un reconocimiento de que otros factores ajenos a nuestra voluntad influyen en nuestro sino, pero aun en estos casos se le otorga a la voluntad consciente una posibilidad de cambiar el rumbo de la vida. El concepto de libertad se impone a otros. Somos, además, responsables de nuestra vida y de todos los demás seres humanos porque al elegir nuestros valores proyectamos una imagen de lo que los demás deberían ser.
Finalmente, el existencialismo da mucha importancia a las emociones. Al ser libres y responsables de nuestra decisiones, sentimos angustia, ansiedad, desamparo, desesperación, confusión, inseguridad, cuando debemos decidir nuestro rumbo.
En este contexto intentemos, ahora sí, presentar la novela La Náusea. Su protagonista es Antoine Roquentin, un hombre de treinta años, historiador, lleva una vida solitaria, llena de cuestionamientos y temores. Es muy consciente de todo lo que le rodea y llega a extremos de sentir, por ejemplo, el paso de los segundos o que los objetos lo tocan, como si tuvieran vida, y al hacerlo le trasmiten repugnancia. Frente a estas experiencias, la gente es su refugio inicialmente, pero después ni ella lo salva de sentir la náusea. Esa sensación inicialmente está afuera de él, a su alrededor, pero después se instala en él, lo posee. Se desprende de ella difícilmente, con la música por ejemplo o en algún otro momento donde siente que vive.
Roquentin observa que la gente necesita llenar su tiempo con cualquier actividad que lo distraiga, que lo aturda de ver el absurdo o la sinrazón de la existencia: jugar naipes, pasear en un bulevar, etc. Lo que desea es que le suceda algo inesperado, una aventura. Define a esta como «un acontecimiento que sale de lo ordinario sin ser forzozamente extraordinario». No es, por ejemplo, un viaje que se planifica sino un suceso. Pero, la verdad, es que «cuando uno vive no sucede nada». A veces buscamos realizar proyectos que en realidad son solo nuestros pretextos, nuestras justificaciones, para no sentir nuestro ser. Desembarazados de esas farsas, nos encontramos con nosotros mismos. Al pensar, al sentir asco, al odiar.
La angustia de escoger lo persigue, porque todo el tiempo decide y cuando hace esto renuncia a todo aquello que no escogió. Se pregunta qué habrá dejado de vivir. Recuerda que la pérdida de un amor lo dejó con un sentimiento de vacío. Para evitar vivir ese vacío ─dice─ la gente vive de sus recuerdos, los atesora y si es posible los encierra en sus casas. La vida de la gente pasa sin que se den cuenta de lo que están haciendo, cuatro décadas más tarde dicen que tienen experiencia y pretende aconsejar con lo «que saben». Lo cierto es que esta es una máscara con lo cual quieren esconder que están solos, ignorándolo todo, con una inteligencia y cuerpo que se deterioran. El pasado, en realidad, equivale a la nada, no existe. Mirando cuadros reflexiona sobre la vida, los derechos de la gente, lo que les tocó ser y la manipulación con que las élites logran que nadie se escape del rebaño. Invita así a que nos miremos a nosotros mismos y anuestra vida como parte de lo que más tarde podría ser otro cuadro del pasado.
La vida tiene sentido si uno quiere dárselo. Los humanistas lo hacen, el de izquierda, el católico, el filósofo humanista, el jocondo, el sombrío, etc. Pero en el fondo, ellos también están solos aunque no se den cuenta. Percibir esa mentira en que viven da miedo y náuseas, vivir esa enceguecedora evidencia es la náusea. La existencia tiene que pesar en nuestros corazones, invadirnos para que la vida signifique algo.
Habana Dura – Jocy Medina

HABANA DURA
Jocy Medina. Ottawa, 2016.
Esta autora nació en Buena Vista, un barrio de la Habana, en 1974. Salió de Cuba con apenas veinte años de edad y desde entonces vivió en Kenia, China, México y Canadá, donde reside actualmente con su madre y su único hijo. Sus primeros escritos se dieron a conocer a través de su blog Un pedacito de Cuba. En él se pueden leer desde artículos donde se dan consejos a quienes quieren conocer Cuba hasta capítulos del libro que aquí comentamos y de otras dos obras que aún están en desarrollo: Habana por la libre y Amigos del enemigo.
Con Habana Dura, Jocy Medina demuestra que se acerca a la escritura con personalidad: sabe a dónde va, tiene una historia que contar y no se pierde en ella, derrocha energía, naturalidad y espontaneidad, muestra con orgullo su identidad cubana, despliega recursos narrativos propios y, como la protagonista de esta novela, intenta con valentía abrirse camino en la vida, esta vez en el mundo de la literatura, mediante la autopublicación de este su primer libro.
A María, la atractiva protagonista de esta novela, la llaman María Mariposa porque sueña con volar. En este intento, a los veintidós años, huye de Holguín a La Habana y allí empieza su camino para convertirse en mujer. Esto sucede en una particular época de la historia de Cuba, conocida como el Período especial en tiempos de paz o, simplemente, el Período Especial. Este consistió en una serie de restricciones y cambios como consecuencia de una crisis económica derivada del colapso de la Unión Soviétiva en 1991 y del recrudecimiento del embargo estadounidense en contra de Cuba desde 1992. ¿Por qué es importante subrayar esto? Porque durante esos años la sociedad cubana sufrió grandes transformaciones económicas y morales y justo en ese momento, llega María Mariposa a la capital de la isla.
Lo que vivirá María nos dará una buena noción de lo que era la vida en Cuba en los años noventa, época marcada por la adopción de nuevas formas de gestionar el turismo internacional para ganar divisas extranjeras y por el auge del jineterismo (relaciones interesadas con turistas, mayormente de caracter sexual). La novela nos mostrará también la presencia de la economía informal, las limitaciones en los servicios de educación, salud y electricidad y, sobre todo las transformaciones morales (más difíciles de percibir a primera vista, pero no por ello menos importantes). Resulta muy interesante constatar que Jocy Medina nos permite acercarnos a dichos fenómenos casi desapercibidamente, no los analiza, ni siquiera los enumera, simplemente nos los presenta a medida que narra la vida de esa joven.
El foco de la novela, antes que centrarse en los problemas socioeconómicos, apunta a las inquietudes personales de María Mariposa, los obstáculos que se le presentan para alcanzar sus metas, las inesperadas puertas que se le abren en el camino y sus enredos sentimentales; todo esto dicho con una gran medida de autenticidad, sensualidad y erotismo. La sensualidad se refleja en la importancia que la autora da a los sonidos y a la humedad que se impregna en el cuerpo de María, o al juego del viento en su piel o en su ropa, en su sensibilidad ante los aromas, desde los del café o de la comida, los del perfume de jazmín o de las colonias varoniles hasta el olor a campiña. El erotismo o la violencia sexual ocupan un lugar no menos relevante en esta obra, más aún porque son descritos en forma metafórica eludiendo exitosamente la vulgaridad. Cito algunos ejemplos: «Arrimó la dura ternura masculina» (p. 37), «La escena empuñó un cañón en los pantalones de […]» (p. 66), «Al […] reventar sus acumuladas ganas» (p. 68), «En cuanto desenganchó su anzuelo» (p. 68), etc.
Esas metáforas se encuentran también fuera del área sexual (ej. «[Él] fue a la piscina a soplar un poco de humo a la luna» (p.118)) y confirman el acercamiento que Jocy Medina tiene hacia lo poético, lo cual le da a su escritura un toque muy personal que ella utiliza con sabiduría. Así la encontramos dándole vida a objetos inanimados o, algo más singular aún, uniendo dos palabras (como el color de los ojos de un personaje con un participio, un sustantivo u otro adjetivo) para expresar a través de esa fusión el estado de ánimo de la persona (ej. El azuldestrozado, el azulherido, el azulhambriento, el azuldescorazonado, el azulcuchillo, etc. de sus ojos) y así sintetizar el discurso. Eso hace una artista, una creadora que no tiene miedo a explorar nuevas formas de expresión.
Lo que no hace una artista de la escritura es descuidar su herramienta más elemental: la gramática. Y la autora falla en eso. Se equivoca en la utilización de los tiempos verbales, en la concordancia de estos, en la puntuación de los diálogos, en la precisión del significado y ortografía de ciertos términos, reutiliza algunos vocablos innecesariamente, etc. Escribir es muy difícil y editar también. Como dice Daniel Gascón describiendo la primera regla de Gardner Botsford (exeditor del The New Yorker) en lo que a edición se refiere: lo que no logra el escritor, lo logra el editor si invierte tiempo suficiente. «Uno nunca debe olvidar que editar y escribir son artes, o artesanías, totalmente diferentes. […] Por eso un buen editor es un […] artesano, mientras que un buen escritor es un artista». No le vendría mal a esta escritora trabajar más en este dominio o en hacer multiplicar las revisiones de sus textos. Podría también explorar técnicas literarias para enriquecer su ya declarado talento añadiéndole, por poner apenas un ejemplo, un manejo más complejo de los tiempos, que en este libro son lineales.
Por las venas de Jocy Medina borbotea la sangre de una artista. Nada debe detenerla en su deseo de escribir y regalarnos ese impetuoso y espectacular mundo que vive en ella.
Mario Vagas Llosa – Cinco esquinas

CINCO ESQUINAS
Mario Vargas Llosa. Alfaguara, 2016.
Mario Vargas Llosa, novelista, ensayista y dramaturgo nacido en Perú el 28 de marzo de 1936. Ha recibido alrededor de un centenar de premios y distinciones literarias destacando el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias y el Nobel de Literatura. Su libro Cinco esquinas ha sido publicado a la edad de ochenta años, en el 2016.
Atreverse a decir que una obra literaria de Mario Vargas Llosa carece de arte sería cometer un agravio contra el autor de una de las expresiones más completas de la literatura latinoamericana si no la más completa. Además, sería probablemente imposible o injusto porque no hay obra mal escrita de este escritor que no en vano ha sido laureado con el Premio Nobel de Literatura en el 2010. Lo máximo que podría decirse en ese sentido es que algunas de sus novelas no alcanzan la genialidad de sus mejores obras o que es «tan solo» un buen libro. Y eso es lo que podemos afirmar de Cinco esquinas, que es un buen libro, escrito con propiedad entre otras cualidades. Que al leerlo nuestras expectativas fueran más altas es producto de lo que sabemos que Vargas Llosa puede hacer con las letras, ¿pero no tiene derecho este erudito de la escritura a producir obras «menores»?
La temática de Cinco esquinas va desde lo erótico hasta lo político, pasando por el escándalo social que arma un individuo de la clase alta peruana y el rol que puede jugar la prensa en la vida política de un país. Cualquiera de estos cuatro temas daría suficiente material para escribir una novela, pero Vargas Llosa no explotará ninguno de ellos exclusivamente sino todos al mismo tiempo, aunque dando quizá preponderancia a los temas personales antes que a los de interés socio-político.
¿Cuál es el objetivo central de la obra? ¿Denunciar los inmorales manejos de Montesinos y Fujimori cuando detentaban el poder, resaltar la influencia que puede tener el periodismo en la opinión pública o su repercusión en la vida privada de los ciudadanos o en las decisiones políticas nacionales o simplemente recurrir a lo concupiscente o a lo pecaminoso para entretener o capturar al lector? ¿O todos estos propósitos juntos?
Siguiendo la misma línea argumental, no es posible tampoco precisar quién es el protagonista o la protagonista de la obra. ¿Marisa, cuyas aventuras sexuales ocupan tantas páginas de este libro? ¿Enrique Cárdenas, su esposo, quien en algún momento participa en estas aventuras y quien previamente se ve envuelto en un escándalo que remece a toda la sociedad peruana? ¿Rolando Garro, director de Destapes, o Julieta Leguizamón, la Retaquita, su reportera estrella? ¿O Fujimori y Montesinos quienes directa o indirectamente dan pie o marco a las tramas mencionadas?
El autor ha confesado que, contrariamente a sus costumbres, escribió este libro sin haberle dado previamente un título y que esto derivó en dificultades para determinar el hilo conductor de la narración el cual le parecía huidizo. Esto se siente al finalizar el libro.
Esta novela pudo haber servido de evidencia penetrante de los oscuros manejos políticos en el Perú gobernado por Fujimori, pero qué lejos esta Cinco esquinas de esa aspiración, qué distante de ese gran libro que es La Fiesta del Chivo, en el que se retrata la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana, qué alejado de proporcionar al lector resultados de una investigación histórica. Obviamente el autor no se lo propuso así.
Vargas Llosa ha afirmado más de una vez que en literatura todo cuenta: el contenido, los personajes, la ortografía, la sintaxis, la elección de las palabras, la puntuación, la técnica literaria, etc. Todo. Consciente de esto, el autor ha cuidado extremadamente estos detalles en cada uno de sus libros. Por eso llama la atención observar algo extraño en esta obra: terminología imprecisa y frases repetidas, no idénticas pero extremadamente similares y no muy distantes unas de otras. Cabe la posibilidad de que las haya escrito con alguna intención que no hemos alcanzado a detectar, pero nos asalta la duda. ¿No estaremos presenciando una nueva etapa de su vida de escritor? La de querer crear, pero sin hacer mayores esfuerzos para hacer su creación un arte edificante. El héroe discreto, escrita en 2013, ya había dejado esa sensación por lo medio banal del tema tratado. Tendremos que leer El sueño del celta, escrita en 2010, para desmentir estas sospechas (se ha dicho que esta obra reúne las mejores virtudes del escritor). Si así fuera, con Cinco esquinas el autor solo estaría tomándose un recreo profesional.
A nivel técnico tampoco ofrece sorpresas. Intercala episodios en cada apartado, a lo cual ya nos tiene acostumbrados, y muestra polifonía de voces casi al final del libro, en el capítulo XX, como quien hace un esfuerzo por no despedirse de esta novela sin hacerle un mejor regalo al lector. Nada más. Y nada menos, hay que enfatizar también. Porque maneja un vocabulario valioso y una gramática excelente, consigue la cohesión de historias paralelas y es capaz de despertar el interés del lector de manera insuperable haciéndole sentir que está viviendo lo narrado. Empezar el libro es un camino a continuarlo y terminarlo inevitablemente y sin pausa.
Nadie podría adivinar que detrás de esa energía y capacidad de transmitir su sabiduría literaria hay un hombre ya octogenario, quien además no da tregua a su trabajo. Vargas Llosa continúa hablando de sus proyectos profesionales futuros sin hacer la menor alusión al final de sus días, ni en sus escritos ni en su vida privada. Que así sea y que vuelva a sorprendernos despertando otra vez esa gran admiración que sentimos por él.
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La mujer rota- Simone de Beauvoir.

LA MUJER ROTA
Simone de Beauvoir. Editorial Sudamericana, 2002.
Simone de Beauvoir fue una escritora francesa nacida a principios del siglo XX. Fue reconocida como filósofa, profesora y autora de siete novelas, ocho ensayos y decenas de otros escritos sobre temas políticos, sociales, psicológicos, literarios y filosóficos. Sus libros suscitaron interminables polémicas por diferentes motivos. El más famoso de todos estos fue El segundo sexo que sirvió de marco mundial para el feminismo ya que en ese tratado hacía un detallado análisis de la opresión de la mujer. Promovió, además, el existencialismo junto a su amante eterno, Jean-Paul Sartre. Su vida se vio rodeada de escándalos por la libertad sexual que promovía, por sus posiciones políticas y por sus propuestas filosóficas; más aún, considerando su condición de mujer en una época en que estas vivían sumisas bajo la tradición patriarcal. Junto a otros intelectuales de la época fundó Les Temps Modernes, revista que difundía el existencialismo a través de la literatura. Su novela Los Mandarines, publicada en 1945, recibió el prestigioso Premio Goncourt.
La mujer rota es una obra que recopila, en realidad, tres narraciones, de las cuales «La mujer rota» es la tercera de ellas. Las otras dos son «La edad de la discreción» y «Monólogo». En los tres cuentos la protagonista es una mujer y enfrenta el fracaso y dolor en su vida. Obviamente, la autora utiliza la literatura como medio de denuncia para la condición de vida de la mujer, situación en la que a veces se ve atrapada y sin posibilidad de encontrar una salida ya que todo su estilo de vida la encierra en límites estrechos. El estilo de Simone de Beauvoir es realista, mordaz y crudo. La caracterización de sus personajes es extraordinaria. Enfatiza el desarrollo del mundo interior de estas mujeres antes que el de los sucesos externos que la rodean como mostrando que es desde esa psicología que la mujer se encarcela a sí misma. Sabe tocar los puntos álgidos de las emociones femeninas y como feminista señala sutilmente los conceptos claves que determinan la situación negativa de sus vidas. Técnicamente este libro no muestra ninguna sofisticación ─excepto el uso del llamado flujo de conciencia─ pero el contenido de la obra le da un valor inigualable ya que hacer pasar un mensaje que mucha teoría feminista no sería capaz de transmitir con la misma facilidad y alcanza además, por su calidad de literatura, un público más amplio.
El primero de estos cuentos, «La edad de la discreción», narra las reflexiones de una mujer intelectual que ha llegado a la cincuentena de su vida y enfrenta esa etapa de su vida con inseguridad, angustia, confusión e intolerancia. Una vez jubilada, le cuesta aceptar que tal vez su capacidad creativa esté limitada a pesar de que tiene deseos de hacer nuevas propuestas profesionales. Su marido es derrotista en ese sentido. El recuerdo de su vida y realizaciones pasadas tampoco la ayuda. Físicamente, comienza a transformarse. Su hijo Phillippe, a quien ella ha formado proyectando un destino similar al suyo política e intelectualmente, muestra una nueva faceta en su vida. Se independiza escogiendo una novia que para la madre es esnob y según ella parece saber hacer muchas cosas bien sin tener interés en nada realmente. Phillippe se va alejando de la figura que creó su madre de él, pierde interés en los proyectos que esta le propone, paulatinamente va abandonando sus compromisos con ella para construir su propia vida. Esta actitud destroza emocionalmente a la madre, la encoleriza y la hace reaccionar de tal manera que la relación entre ellos se deteriora y ella se siente más sola que nunca. Se puede interpretar que para esta madre, su hijo es una extensión de ella misma, y al ver que él no se convierte en lo que ella hubiera esperado, ella se siente no realizada o traicionada. Tiene que procesar esta nueva situación en forma paulatina. Al mismo tiempo tiene discusiones con André, su esposo. Este se aleja momentánea e involuntariamente de ella. El malestar de ella se acrecienta. Ambos son conscientes de que están envejeciendo y sus conversaciones tocan este tema frontalmente. En general esta historia se inscribe en una atmósfera de sentimientos de pérdida y en un tono desalentador.
En «Monólogo» la protagonista vive sola a sus cuarenta y tres años, está desequilibrada psicológicamente, sufre de problemas de insomnio y está llena de rabia y de desesperación. Su infancia fue difícil y sufrió a violencia de parte de sus padres, algo que ella como madre de Sylvie y Francis nunca hizo. Acusa a su madre y a su hermano Nanard de haber realizado juegos sexuales cuando este era niño, a este de haberse convertido en homosexual y a ella en una puta. Habla mal de sus amigas, de Albert y de Tristan, sus exesposos. Utiliza un lenguaje grotesco para hablar de las experiencias sexuales de sus conocidos. Los acosa telefónicamente. Reniega de todo y de todos los que la rodean. A la vez quisiera volver con Tristan como fórmula de acabar con su tristeza. Lo desprecia y hasta lo odia porque él no acepta regresar con ella. De pronto se descubren las razones de su drama. La hondura de estos sucesos explican muchas de sus reacciones, las que parecen no tener límite. Como ejemplo, cito un extracto del monólogo:
«No soy racista pero me importan un pito los árabes los judíos los negros exactamente como me importan un pito los chinos los rusos los yanquis los franchutes. Me importa un pito la humanidad qué es lo que ella ha hecho por mí me gustaría saberlo. Si son lo bastante estúpidos como para degollarse bombardearse tirarse napal exterminarse no gastaré mis ojos llorando. Un millón de niños degollados ¿y qué? Los niños nunca son otra cosas que semillas de canallas y así se descongestiona un poco el planeta reconocen que está superpoblado ¿y entonces qué? Si yo fuera la tierra me daría asco toda esa gusanada en mi espalda me la sacudiría.»
Así de fuerte vive esta mujer su vida para la que parece no haber ninguna salida…
«La mujer rota» es el tercer y último cuento de esta obra. Quizá no el más desgarrador ─el «Monólogo» se adjudicaría este título─, pero sí el más penetrante. Es un diario que empieza un 13 de septiembre para contar la historia de un ama de casa que descubre, después de confrontarlo, que su esposo Maurice, doctor de profesión, le es infiel con una brillante abogada después de veinte años de matrimonio. Esta mujer ha estado toda su vida a disposición de su marido y sus dos hijos, Colette y Lucienne. En su indecisión sobre cómo reaccionar, resuelve guardar la compostura y tratar de ser comprensiva. Conversa con su esposo, recurre al consejo de su entorno y toma como medida la tolerancia bajo el supuesto de que se trata de una aventura pasajera que terminará pronto. Ahí empieza el drama de esta mujer que sueña con ver regresar a su esposo, pero no sabe cómo lograrlo. En un proceso psicológicamente lentísimo el lector vivirá la tortura de la vida de esta mujer quien se resiste a creer que podría quedarse sola el resto de su vida después de habérsela dedicado íntegramente a su familia. Ella se verá degradada como persona a medida que evoluciona esta situación. Por añadidura la protagonista siente que su papel de madre parece ser una frustración ya que considera que no ha hecho feliz a sus hijas. Es decir, que se siente fracasada como esposa y como madre.
Nótese que esta obra fue escrita en 1968, década en que se desarrolla la Segunda Ola Feminista por lo cual viene a ser un remezón para todas las mujeres que vivían en hogares donde las figuras masculinas y femeninas estaban claramente delimitadas y diferenciadas. Entre sus denuncias principales estaban que la educación inculcaba la maternidad y el rol de esposa como medios exclusivos o fundamentales de realización de una mujer, dejando de lado su ser político, profesional e intelectual.
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Cuentos de Julio Ramón Ribeyro – Parte II

JULIO RAMÓN RIBEYRO – PARTE II
Julio Ramón Ribeyro. QG Editores S.A.C., 2011.
Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) fue un escritor peruano que bien pudo haber pertenecido al boom latinoamericano pero se le ubica más bien en la denominada Generación del 50 ya que en su obra se ocupó mucho de la modernización urbana y la migración andina hacia Lima. Quizá también pasó algo desapercibido porque se dedicó más al género de los cuentos que al de la novela, aunque llegó a escribir tres novelas, además de ensayo, teatro, diario y aforismo. Publicó diez antologías de cuentos sumando más de ochenta relatos. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, alemán, italiano, holandés y polaco. En 1994, un mes antes de su fallecimiento, ganó el reconocido Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo.
Ribeyro escribe de manera simple, clara, dinámica e impactante. A pesar de que su obra toca temas de importante contenido social, es fácilmente accesible a todo lector. El valor de esta reside más en el contenido de sus historias que en la técnica de escritura, ya que en este sentido el autor no intenta ofrecer ninguna sofisticación. A continuación comentaré brevemente doce cuentos de Ribeyro sin entrar en detalles sobre el contenido de las obras, guardando la secreta esperanza de que ustedes quieran hacer ese descubrimiento.
POR LAS AZOTEAS: Este relato inspirado en la vida real del autor es una apología a la niñez, un retrato de los sueños infantiles, sus fantasías, sus ilusiones y su confrontación con la realidad.
LA BOTELLA DE CHICHA: Un tesoro familiar, una botella de chicha, guardada durante años en espera de una gran ocasión para disfrutarla, es sustraída por uno de sus miembros, dando así pie a una historia que dará que pensar.
ATIGUIBAS: En un estadio de fútbol se escucha habitualmente la palabra atiguibas, expresión que causa gracia entre público sin que nadie pueda precisar exactamente su significado ni el porqué de su gracia. El protagonista de este cuento trata de averiguarlo cuando se le presenta la oportunidad.
EXPLICACIONES A UN CABO DE SERVICIO: Un hombre se encuentra sin empleo a los cuarenta y cinco años, aspira a ser su propio jefe y busca cómo hacer de esto una realidad. La manera cómo realiza esta búsqueda es peculiar e ilustrativa del sentir de ciertos desempleados. Explica lo que a veces no nos podemos explicar.
EL BANQUETE: Fernando Pasamano invierte toda su fortuna en el banquete de su vida. Lo hace calculando los dividendos que esto le dará si los planes resultan como todo indica que resultarán. El presidente del país, su pariente, estaba invitado. En efecto, el jefe de Gobierno asiste y confirma sus sinceras intenciones de ayudar inmediatamente a Fernando en sus proyectos. Parece que no hay marcha atrás. ¿Verdad?
EL JEFE: Eusebio Zapatero, ayudante de contador, asiste a la fiesta de la casa Ferrolux, S.A. donde todos los empleados estaban invitados. Las circunstancias se presentan de tal modo que Eusebio termina compartiendo el final de la noche a solas con su jefe. lo cual abre la relación a un trato más íntimo. Para Eusebio esta es la oportunidad propicia para pedir un aumento de sueldo después de quince años de servicio.
El PROFESOR SUPLENTE: Matías Palomino, un hombre ilustrado, trabaja como cobrador. De pronto recibe la propuesta de sustituir a un profesor de Historia. Su vida se revitaliza llenándolo de ilusión. Se prepara y asiste a su clase inaugural.
TRISTES QUERELLAS EN LA VIEJA QUINTA: Este es otro cuento inspirado en una experiencia de la vida real de Ribeyro. Memo García y Francisca Morales viven en la misma quinta, son vecinos, pero se odian. Ambos hacen todo lo posible por molestar al otro y muchas decisiones de sus vidas están en función de ese objetivo.
JUNTA DE ACREEDORES: Roberto Delmar, dueño de una encomendería, tiene que reunirse con sus acreedores. Sus proyectos de agrandar su negocio se habían visto frustrados por la aparición de un negocio paralelo que le había robado la clientela drástica y rápidamente. Las deudas, sin embargo, tenían que pagarse.
LOS MORIBUNDOS: Perú y Ecuador entran en una guerra que deja muertos y heridos de ambos bandos. Algunos de ellos llegan a Paita. Siendo ambos pobladores muy parecidos físicamente, se les distingue por las polainas ─usadas por los ecuatorianos─ o las botas ─usadas por los peruanos. En esta oportunidad dos moribundos llegan descalzos y sin identificación.
SOLO PARA FUMADORES: Este sorprendente cuento tiene la capacidad ─como el mismo autor lo dijo─ de poder interpretarse sea como un elogio al tabaco o como una diatriba a este. Ribeyro, gran fumador en su vida real, escribe esta historia en primera persona. Nos relata con minuciosidad el desarrollo de la adicción del protagonista al cigarrillo, desde sus catorce hasta el momento en que su salud se ve atacada por este vicio amenazándolo con su muerte. Es interesante también porque incluye referencias a otros escritores fumadores y nos aporta una inteligente teoría de por qué se fuma a pesar de las grandes desventajas que esto trae. Aunque el título del cuento diga que está escrito solo para fumadores, leerlo ilustraría y beneficiaría a todo público y quizá más aún a los no fumadores.
LA CASA EN LA PLAYA: Dos amigos, un escritor y un pintor, persiguen un mismo sueño durante años. El proyecto es difícil de lograr, pero la búsqueda parece tener un valor en sí mismo, independientemente de que el objetivo sea alcanzado o no.
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Cuentos de Julio Ramón Ribeyro – Parte I

CUENTOS DE JULIO RAMÓN RIBEYRO
Julio Ramón Ribeyro. QG Editores S.A.C., 2011.
Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) fue un escritor peruano que bien pudo haber pertenecido al boom latinoamericano pero se le ubica más bien en la denominada Generación del 50 ya que en su obra se ocupó mucho de la modernización urbana y la migración andina hacia Lima. Quizá también pasó algo desapercibido porque se dedicó más al género de los cuentos que al de la novela, aunque llegó a escribir tres novelas, además de ensayo, teatro, diario y aforismo. Publicó diez antologías de cuentos sumando más de ochenta relatos. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, alemán, italiano, holandés y polaco. En 1994, un mes antes de su fallecimiento, ganó el reconocido Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo.
Ribeyro escribe de manera simple, clara, dinámica e impactante. A pesar de que su obra toca temas de importante contenido social, es fácilmente accesible a todo lector. El valor de esta reside más en el contenido de sus historias que en la técnica de escritura, ya que en este sentido el autor no intenta ofrecer ninguna sofisticación. A continuación comentaré brevemente ocho cuentos de Ribeyro sin entrar en detalles sobre el contenido de las obras, guardando la secreta esperanza de que ustedes quieran hacer ese descubrimiento. Nótese como curiosidad que en estos cuentos todos sus protagonistas son varones, y en ningún caso estos cuentan con la compañía estable de una mujer.
LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS: Esta obra pertenece a su primera publicación aparecida en el libro de cuentos que lleva este mismo nombre en 1955. En este cuento se denuncia la pobreza extrema, el trabajo infantil en condiciones insalubres, la explotación y el maltrato infantil en el medio familiar. Dotado de una terrible crudeza no hace más que tocar las fibras de una realidad dolorosa y muchas veces ignorada en la literatura. Este cuento se ha interpretado como una parábola de los explotadores y los explotados. Esta obra fue llevada al cine en la película Caídos del cielo de Pancho Lombardi y constituye, sin duda, el cuento más famoso de Ribeyro.
ALIENACIÓN: En este cuento se aborda el racismo y una de las consecuencias de la modernización: el deseo de imitar el modo de vida y la imagen de los estadounidenses blancos, cuyo poder predomina en el mundo. Un zambo, hijo de una lavandera, desea vivir el llamado sueño americano y no escatima esfuerzos para lograrlo. El resultado de esta empresa es, por decir lo menos, irónico.
AL PIE DEL ACANTILADO: Aquí se relata la terrible historia de un hombre que empieza a levantar su casa de la nada, al pie del acantilado. Junto con sus dos hijos varones, sin mujer y en la mayor pobreza, construye un hogar y resuelve el problema de la sobrevivencia. O, al menos, así lo cree. Las desgracias y sorpresas de la vida le dirán lo contrario. Este cuento ha sido interpretado como una alegoría de la difícil vida que enfrentan las personas que pertenecen a una clase social baja y que, como los migrantes, tienen que comenzar una vida desde cero. Hacia el final saldrá a relucir el empuje del ser humano contra la adversidad, mostrando una fuerza que no parece tener límite.
LA INSIGNIA: Este cuento forma parte de los relatos de Ribeyro que han sido agrupados como sus obras fantásticas. Un hecho insignificante ─encontrarse una insignia─ cambia la vida de su protagonista. Este se ve envuelto en un mundo que él mismo no comprende, pero se deja arrastrar por él hasta llegar a hacer de este rumbo su vida entera. La historia ha sido interpretada como una sátira a los políticos que hacen carrera sin que parezcan entender lo que están haciendo con sus vidas. El autor, según sus propias declaraciones, parece haberlo escrito de manera más particular, inspirado en la actividad secreta de un tío suyo. Pienso que la historia puede aplicarse de manera general a quienes no saben por qué viven como viven.
RIDDER Y EL PISAPAPELES: Este cuento subraya la increíble coincidencia que vive el protagonista al encontrar, en Bélgica, un pisapapeles que tuvo desde niño y que perdió cuando tenía veinte años en Lima. Se hace de esta simple historia un misterio, más interesante todavía si se considera que está inspirado en una experiencia real del autor.
DOBLAJE: Este es otro de sus pocos cuentos fantásticos. Aparece en su segundo libro de cuentos y está ambientado en Londres y en Sídney. El relato juega con la idea de la existencia de un doble para cada ser humano. El protagonista va en busca del suyo.
DEMETRIO: Un hombre da muestras de haber vivido después de su muerte. La gente cree que es un embuste, pero un amigo suyo se empeña en descubrir la tenebrosa verdad.
SILVIO EN EL ROSEDAL: Este relato es parte de la octava colección de cuentos de Ribeyro, la que lleva este mismo nombre. Esta bellísima historia sigue los pasos de un hombre bueno y solitario, que no sabe por qué vive ni qué quiere, pero quien ─gracias a los impredecibles hechos de la vida─ va viviendo sin planificarlo. La conciencia del sin sentido de la vida y de una posible muerte temprana no se ocultan. Vivir, ser, amar, se presentan como las palabras claves de este relato intimista que parece tener en el protagonista al alter ego de Ribeyro.
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NOTA A LOS LECTORES: Algunas de estas obras se encuentran en Internet al acceso del público con una simple búsqueda en la red. El cuento «Gallinazos sin plumas» está disponible gratuita y legalmente en Ciudad Seva:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/ribeyro/los_gallinazos_sin_plumas.htm
Cuentos de autoamor y autopistas – Camila Reimers
CUENTOS DE AUTOAMOR Y DE AUTOPISTAS
Camila Reimers. Lugar Común Editorial, 2014.
Camila Reimers, escritora canadiense nacida en Chile, es autora de tres novelas: Hijos de lava (2005), Tres lotos en un mar de fuego (2007) y De conventos, cárceles y castillos. Ha escrito numerosos cuentos en español e inglés, destacando la colección Chakra Number Eight: Tales of Humour and Soul (2010) en inglés. Ella es también locutora de radio CHIN Ottawa 97.9 FM a cargo del programa infantil que en 2013 ganó el premio Canadian Ethnic Media Association al mejor programa radial étnico en Canadá. En 2014 uno de sus cuentos fue seleccionado para un proyecto auspiciado por la UNESCO entre los seis mejores cuentos infantiles recibidos a través de cuatro años para el concurso Rainbow Caterpillar Kid Lit Award.
En Cuentos de autoamor y de autopistas volvemos a encontrarnos con la Camila Reimers que ya conocemos, pero con algunas sorpresas a las que ya comienza a acostumbrarnos también. La autora de siempre es aquella que se inquietará por el desafío espiritual que experimentamos los seres humanos cuando queremos encontrarnos a nosotros mismos en el camino que nos toca vivir (es decir, en nuestras autopistas) y aceptarnos y amarnos tal como somos, no como otros quisieran que seamos o como uno mismo quisiera ser (autoamor). La autora que sorprende es la que se aventura a escribir en un nuevo género tan diferente al de la novela: el de los cuentos.
Aunque escribir cuentos está percibido, en general, como un arte más sencillo que el de escribir una novela, lo cierto es que no lo es. El cuento, como la poesía, tiene sus propios destinos, ritmos y tensiones. Cuánto novelista famoso ha sido incapaz de escribir un poema, el arte literario más difícil de lograr a mi modo de ver. En este libro, Camila Reimers se lanzó a explorar este nuevo mundo literario con nada menos que quince cuentos, lo cual nos habla nuevamente de su versatilidad. Los protagonistas de sus cuentos son mujeres y hombres adultos, jóvenes, niñas y hasta un ser híbrido, imposible de encasillar. Estos personajes le permitirán desarrollar diversos temas: el de dejar de ser alguien, el comenzar a ser alguien, el sufrimiento por no tener lo que se desea, el rendirse a relaciones no sanas por no amarse bien o suficientemente, la liberación de problemas psicosomáticos a partir del volver a nacer, los procesos de desarrollo, la apariencia versus la esencia del ser, la obsesión, la apatía y el miedo.
La autora se aproxima a estos temas de manera enigmática, trastocando los tiempos y haciendo alusiones a la magia, los sueños, las visiones, la meditación, las metáforas, los símbolos y las analogías. Sin embargo, a veces los aborda desde un punto de vista más terrenal, adentrándose acertadamente ─con los límites que permite un cuento─ en la psicología de las personas. Como ejemplos nombremos el enfoque de una relación insana constituida de un «sí, pero no» con el que juega una pareja; el desconcierto infantil frente a la cruda realidad y su ingenua actitud frente al porvenir y aquel hombre obsesionado con hacer hablar a su loro.
Al estilo de una prosa inescrutable se une una aproximación natural en la narración. Esta naturalidad se presta, cuando menos lo esperamos, al encuentro con el humor: «…mi consejera […] insistió en que el problema no se debía a un desequilibrio hormonal sino a los chakras ─especialmente al número ocho (resueltamente de moda en todos los círculos espirituales)─ pues el pobrecito estaba completamente destartalado». Todo este cuento ─El chakra número ocho─ es, además, de una gran comicidad lo que nos señala que la autora podría seguir explorando ese camino.
Para complacencia del lector y para resaltar otra cualidad de la escritora encontraremos también momentos de belleza adornando la narrativa: «el viento cobraba fuerza sobre las vastas planicies, meciendo el trigo que me saludaba en un ondular dorado y verde bajo un cielo que se disputaba la perpetuidad con el horizonte» o «Mientras abría la puerta que daba al jardín, el olor a tierra húmeda de primavera traspasó el olfato de Lucía. Las flores brotando de los árboles de damascos y ciruelos, brillaban con las últimas gotas de lluvia en las que ahora se reflejaba el sol».
Es claro que los cuentos de Camila tienen lo que Cortázar llamaba unicidad y esfericidad; es decir ese lugar que se parece a una esfera y en el cual se acomoda una trama que sabe que no debe salir de allí y que tiene muy claro adónde va. Sospecho que esto sucede porque son temas de un sentimiento auténtico que parecen nacer del mundo interno de la escritora. Lo que parece faltarle, sin embargo, es encontrar una manera más clara de comunicar esa experiencia a los lectores, quienes de no haber vivido algo similar se aturdirán antes de entender esa subjetividad. El ritmo e intensidad serían otras áreas donde la escritora podría explorar su desarrollo profesional. Existe el ritmo, por supuesto (todo lenguaje tiene uno), pero es la misma cadencia suave, relajada, que se repite ─con ligeros matices─ a pesar de las circunstancias o pese a que el personaje protagonista sea una niña, una mujer o un hombre. Cuando hablo de intensidad me refiero a la tensión, a esa emoción que atrapa al lector irrefrenablemente. A cambio de eso el final de sus historias nos sorprenderá o desconcertará, como muestra de otro de los rasgos positivos que también definen un buen cuento.
Escribir es un arte complejo del que Camila sale triunfante. A veces nos confunde, pero como dice Benedetti, citando a Quiroga: «El cuentista tiene la capacidad de sugerir más de lo que dice». Después de leer estos relatos, volveremos a nosotros mismos para examinar lo que nos dejan sus escritos y, si se requiriera, volveremos a estos para entenderlos y entendernos mejor.

