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Otra vez las estrellas

Campione-Piccardo, J. (2025). Otra vez las estrellas.

Letralia, Tierra de Letras; FB Libros C.A.

Encontrarme con este libro ha sido una experiencia reveladora: confirma que la literatura en español escrita en Canadá alcanza hoy niveles de madurez y profundidad notables.Mi mayor satisfacción sería tender un puente firme entre su voz y la mente del ustedes, potenciales lectores.

José Campione-Piccardo es, dicho con claridad y brevedad, un maestro de la literatura castellana. Esta afirmación, tan elocuente en sí misma, me obliga a responder una pregunta que una buena amiga me hizo hace poco: «¿Qué es literatura?» O por derivación, ¿qué criterios nos permiten distinguir la literatura de alta calidad de aquella que no alcanza tal nivel? Las respuestas son múltiples. Trataré de resumirlas y ejemplificarlas aprovechando los cuarenta y cinco textos que Campione-Piccardo, el Maestro, nos ofrece en esta su segunda compilación de cuentos titulada Otra vez las estrellas.

A decir de Terry Eagleton, británico, considerado una de las figuras más influyentes en el campo de la teoría literaria contemporánea, la literatura implica una desestabilización de las normas del lenguaje común, corriente u ordinario; es decir, supone distanciarse del lenguaje pragmático para destacar la forma, el tono, la sintaxis y otros aspectos retóricos. Por el mismo rumbo, pero de manera más específica, Roman Jakobson, lingüista ruso, decía que es la función poética del lenguaje la que caracteriza a la literatura, o sea cómo se compone el discurso: su ritmo, su sonido, la metáfora que pueda contener.

Y aquí nuestro primer ejemplo. Cuando un escritor no muy ligero, podría decir: «Esta mañana, cuando salí al balcón, vi cómo el viento secaba el agua de las hojas» —y tendríamos que reconocer una cierta musicalidad en su redacción—; el Maestro dice: «Temprano en la mañana, la fina brisa que comenzaba a levantar desde el mar enjugaba —como lágrimas— gotas de rocío naciente en las hojas del enorme árbol frente al balcón» (p. 37). Lo que literalmente se narra es lo mismo, pero lo que se trasmite va más allá de lo literal. Campione-Piccardo se exige en crear una atmósfera de la que el lector atento no podrá escapar. Al leer su relato, sus palabras probablemente atravesarán nuestro corazón; robándonos un suspiro o quitándonos el aire. Lo cotidiano desaparecerá, se irá lejísimos, olvidado por un instante. Si así fuere, allí tendríamos una primera respuesta: eso es literatura refinada.

Otro ejemplo. Donde un escritor común podría decir: «Muchas mariposas púrpuras llegaban desde atrás de la montaña, de donde provenían», el autor nos dice: «En grandes números, llegaban las Anartias escarlata, desde los terrenos allende la montaña, donde habían nacido en plena campaña, luego de haber pasado todas las etapas iniciales de su metamorfosis en las hojas frescas de los acantos silvestres» (p. 109). Una vez más la literatura, o el literato, convierte lo habitual en revelación, y confirma —como dice Marcel Proust— que «El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos».

Amén de un vocabulario muy especializado en biología y, más aún, en microbiología, dada la especialidad en medicina del autor, él nos inundará de léxico náutico, vocablos charrúas, nombres de los pueblos originarios de Canadá, y enriquecerá sus textos con la amplitud de su cultura y erudición.

Con él, descubriremos o resucitaremos palabras que nuestra hermosa lengua conserva escondidas. Con él la intertextualidad se despliega en toda su riqueza al evocar el teatro, la ópera, la novela, la sinfonía, etc., transportando al lector a un universo donde la palabra se hace espectáculo. La vasta cultura del escritor se convierte en un terreno fértil, del que brotan textos más ricos, profundos y matizados. El autor citará desde escritores de la época del Renacimiento francés, Michel de Montaigne, por ejemplo, hasta la transmisión de un programa documental de la cadena Canadian Broadcasting Corporation, pasando por muchas otras fuentes, donde no podían faltar sus admirados Borges, Onetti y Cortázar.

Gracias al autor sabremos que Francis Beaufort fue un hidrógrafo británico que concibió su célebre escala de viento en los días de servicio en la Marina Real; nos presentará también al pintor indígena canadiense Norval Morisseau, y, si nos aventuramos a indagar, nos llevará hasta el montevideano José Luis Invernizzi, cuya obra despliega un uso variadísimo del color y un compromiso social indeclinable. Y entre líneas, ofrecerá un homenaje a Galeano, sin pronunciar jamás su nombre.

Más aún, unirá metáfora a intertextualidad. Aquí cito algunos ejemplos a manera de ilustración. Cuando al intentar describir un cielo rosa, el autor nos dice que «…un firmamento de fantasía reproducía en nubes y cielo los copos rosa púrpura sobre terciopelo añil de algunos de los óleos de José Cuneo» (p. 33); o conocemos la obra de este artista uruguayo, el pintor de las lunas, o accedemos a sus pinturas para poder capturar lo que está en la imagen mental del escritor y así adentrarnos a su mundo.

Por descubrir a qué se refiere cuando dice que un personaje exhibe la «aciaga sonrisa de Pierrot» (p. 35), terminaremos investigando la evolución de la llamada Comédie-Italienne en la Francia del siglo XVIII para al fin llegar a ese payaso de sonrisa ambigua.

Nos trasladaremos a la ópera La Bohème de Puccini, cuando el autor hace referencia al aria Vecchia zimarra para entender la relación que uno de sus personajes tenía con el abrigo que llevaba puesto. 

La mirada del perro que aparece en el óleo «Tableau Vivant de Dorothea Tanning» (p. 70) describe cómo miraba una mascota, un labrador. ¿Cómo imaginar esos ojos sin contemplar ese cuadro?

Y el hombre aquel seguirá «la prevaricación de Père Grandet» (p. 83), el patriarca de la familia en la novela Eugénie Grandet de Honoré de Balzac. Y más nos valdría haber leído a Balzac para entender cabalmente la descripción del personaje.

Con el protagonista de la novela Las penas del joven Werther de Goehte, explicará las emociones de un muchacho enamorado (p. 98).

Y así por el estilo, a través de las trescientas cincuenta páginas de esta obra.

Aun prescindiendo de la intertextualidad, su metáfora desarrolla complejidades. No le basta decir, por ejemplo, que la mirada de una mujer es honda como el fondo del mar, sino que utilizará la imagen de una ‘sondaleza’ —instrumento que se usa para medir la profundidad del océano— y la de un ‘escandallo’ —parte de esa sonda que sirve para reconocer la naturaleza del fondo del agua—  para así aludir a que la gran distancia y demás datos obtenidos con esas herramientas: «no eran sino una infinitésima fracción de aquella en que le sumergiera un par de ojos imposibles» (p. 41).

José Campione-Piccardo echa mano de otras muchas técnicas literarias tales como la prosopopeya o personificación, por medio de la cual hace hablar a un animal o una flor; la metamorfosis, cuando esta flor cambia su naturaleza para convertirse en ser humano; la negación de la ficción creada, al desmentir la existencia del protagonista del cuento hacia el final de este, cuestionando así la frontera entre ficción y realidad; y la de las voces entrecortadas, por proporcionar apenas algunos ejemplos. En esta última, el autor —no proclive a usar diálogos— usa dos voces que se intercalan proviniendo tal vez de dos momentos o lugares diferentes, creando una atmósfera críptica, ya que uno de los personajes interrum-pe al narrador omnipresente antes de que termine su intervención. Este personaje parece hablar con alguien, no se sabe con quién (diálogo enigmático), pero lo hace por fragmentos ya que da inicio a su intervención sin concluirla, para dejar proseguir al narrador, y más tarde terminar su frase inicial, y así sucesivamente; mientras el narrador simplemente ignora al personaje.

Enfocándonos en el narrador, amén del clásico narrador en primera persona, o del narrador omnipresente, en otro de sus cuentos seremos testigos de la coexistencia de ambos cuando el escritor hace constantes cambios del foco narrativo en lo que parece ser un desdoblamiento de narrador, sin llegar a serlo. Se trata de una alternancia intradiegética y extradiegética. Y no son simplemente narraciones independientes: el narrador en primera persona continúa el discurso del narrador omnisciente, otorgándole el estatus de voz superior.

En otro cuento, sin transición explícita, el personaje hace un cambio de focalización temporal y su voz narrativa, antes de adulto, comienza a introducir recuerdos, siempre en primera persona, pero esta vez como niño, situándose de lleno en su infancia como si la estuviera viviendo en ese instante.

Una última mención sobre los narradores la merece la existencia del narrador disociativo, tema al cual el Maestro le dedica uno de sus ensayos disfrazados de cuento: «La voz del narrador errante» (pp. 287-296). Esta obra tiene múltiples méritos: el narrador analiza ese concepto hablándole al lector (ruptura de la cuarta pared) para concluir que en la lengua castellana hay narradores que pueden tener distintas personalidades dependiendo de la decisión del lector, análisis que además de ser teórico, se apoya en un ejemplo práctico. Por añadidura, el narrador disociativo es invención del Maestro.

Hasta este punto hemos vislumbrado el dominio que José Campione-Piccardo ejerce sobre las artes de la escritura; pero ¿qué decir del fondo mismo de su obra? Si, como sostuvo Jean-Paul Sartre, creemos que la literatura es un acto de libertad y compromiso, y no solo una búsqueda del embellecimiento de palabras; el autor asume su responsabilidad frente al mundo, porque sutil, pero firmemente, denuncia la desaparición y la tortura de seres humanos bajo las dictaduras militares a la vez que propaga el mensaje de «Olvidar, ¡jamás!». Se duele frente al genocidio. Critica la superficialidad, el esnobismo, el exceso de burocracia, la falta de pensamiento propio, devela los mezquinos intereses materiales en detrimento del bienestar humano; arrincona a los concursos de cuentos y a sus jurados, a los críticos literarios y a los editores. Y sí, eso también es literatura de alto nivel: lograr armonizar ambos aspectos, forma y contenido, porque la literatura nos interesa, como dice el doctor Andrés Amorós «por los nuevos senderos que explora y porque estas búsquedas no son gratuitas, sino que van unidas a los más hondos problemas del hombre de nuestro tiempo».

Lejos de ser exhaustiva, presento aquí una muestra de los temas que despiertan su interés. Recurriendo a su conocimiento sobre la física, en una de sus obras, echa mano del bosón de Higgs, esa escurridiza partícu- la, para concluir que la libertad con la que vive todo ser es relativa. En otro cuento partiendo de un enfoque microscópico hará una reflexión sobre la existencia del ser y lo que lo rodea, para llegar a tocar temas como la conciencia, el lenguaje, la comunicación y su integración con el universo.

El lenguaje es, sin duda, uno de sus temas favoritos, aunque a veces queda en entredicho. Tal sucede cuando explora cómo el ser humano se alejó de la realidad para crear un mundo lleno de conceptos inventados —con la palabra, mito de todos los mitos— que ahora parecen substituir la realidad, falsedad en la que todos estamos inmersos, a pesar de que la realidad debería estar por encima de los mitos. En el cuento «La guerra y la paz» (pp. 319-327) le atribuye al lenguaje estar «en el corazón mismo de la violencia entre naciones, etnias, religiones, ideologías» (p. 324) y lo responsabiliza —aunque indirectamente— de las guerras. Entra, por otro lado, en el terreno de la teoría lingüística. Reflexiona sobre la evolución y el poder del sonido en la comunicación. Hace epistemología de la comunicación a partir de la escritura. Explora una arista tras otra, dando la impresión de que sus perspectivas son inagotables.

Debe señalarse también que, aunque el autor insista en lo contrario, muchos de estos temas están escritos en un registro que pertenece más al ensayo que al cuento.

Tras recorrer territorios tan complejos, mencionaré algunos ejemplos que se leen con menos densidad, pero no con menor interés.

La famosísima obra La noche estrellada de Vincent van Gogh, objeto de innumerables análisis, pasa por la mirada del autor quien —no es de sorprenderse— realiza interpretaciones únicas de ese óleo. En un caso, rompiendo el cisma entre ciencia y arte, utiliza su bagaje científico para demostrar que Van Gogh lo pintó observando en el cielo real las constelaciones que se refieren al mito de Andrómeda. Por otro lado, de una manera más bien lúdica, en otro cuento, hará que los pequeños alumnos de una escuela primaria den rienda suelta a su imaginación para interpretar lo que en él ven. Con sus respuestas se revela la riqueza y originalidad del mundo creativo del autor.

Mis tres cuentos favoritos:

«La segunda carta» (pp. 117-133) es el cuento más largo y, a mi juicio, también el intelectualmente más impresionante de este libro, lo que ya es mucho decir en un océano de relatos extraordinarios. Antes que un cuento, es un ensayo más. En cerca de una veintena de páginas, José Campione-Piccardo despliega con maestría sus virtudes logrando que dos naciones tan distintas como la canadiense y la uruguaya se asemejen desde el punto de vista geográfico, limítrofe, racial, económico, lingüístico e histórico. Parece imposible, pero el autor lo logra. Y al hacerlo, nos brinda una visión del mundo más humana: el «primer» y el «tercer» mundo se funden en uno solo, y nuestras luchas, nuestras esperanzas y desafíos, dejan de ser exclusivos de ciertos territorios para ser más nuestros que nunca. Y un sentimiento muy profundo se cierne en el aire: si Canadá y Uruguay son uno, entonces el mundo entero lo es; somos, en esencia, una sola humanidad. No está de más recordarlo.

En «Raíz en flor: Rhizanthella» (pp. 149-154), una orquídea que nace y florece bajo tierra se erige en metáfora de la travesía íntima de un habitante del sur del continente americano que, al migrar, busca abrirse camino en Canadá. En sus páginas se revela la manera en que este, su nuevo país, es percibido y, más aún, cómo su propia existencia constituye hoy parte del Canadá castellano. De una belleza inusitada, esta obra resiste cualquier intento de comentario: lector, solo al leerla podrá acercarse a su misterio.

En «La monotonía del tedio» (pp. 335-352) describe el inicio y desarrollo de la humanidad con base en especulaciones muy probables o en hechos evidentes; hasta que llega a este momento, el siglo XXI, nuestro momento, este que comienza a ser invadido por la inteligencia artificial. Y allí nos anuncia un posible futuro para la humanidad —tema actualmente activo en los círculos académicos y científicos—: la inteligencia artificial adquiere conciencia, o un cierto sentido del yo. Lo que sigue es de terror. Y sin escape.

José Campione-Piccardo encarna la figura del médico, científico, escritor, investigador, lingüista, historiador, filósofo y librepensador en una sola persona. Acercarse a su obra no será tarea fácil: exige del lector una disposición al pensamiento crítico y a la complejidad; pero quienes acepten ese desafío descubrirán una experiencia intelectual que podría transformarlos.

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Viajando por precipicios – Gloria Macher

 

Viajando por precipicios

VIAJANDO POR PRECIPICIOS

Gloria Macher. Editorial Verbum, S. L., 2016.

Gloria Macher es una escritora nacida en Perú, país del que emigró para vivir en Brasil durante una quincena de años. Pasó un periodo de su vida en Estados Unidos y luego viajó a Canadá donde radica actualmente. Cuenta con una maestría en Ciencias Económicas de la Universidad de Montreal. Entre sus obras más notables figuran Las arterias de don Fernando (2013), Mi reina (2014), La gringa del parque (2015) y el conjunto de relatos Viajando por precipicios (2016) que a continuación reseñaremos. Ha sido premiada con The International Latino Book Award 2014 por la primera de las obras aquí mencionadas.

Desde la lectura del prólogo de Viajando por precipicios ya sentía el anuncio de que este libro sería el descubrimiento de una literatura poderosa. Esto se vería confirmado muy pronto leyendo «La bella adormecida», el primer cuento de esta obra, y sería definitivamente sellado con la lectura del segundo cuento, «El Sol de Siqueiros». El nombre de su autora, Gloria Macher, ingresó así, repentinamente, a mi lista de escritores mayores.

En la primera parte de la obra ─«El mundo donde vivimos»─, sus historias no solo trascienden el ser individual, sino que tocan fibras sociales muy sensibles, alojadas en ocasiones en los extremos más dolorosos de nuestras sociedades, poniendo frente a nuestros ojos algunos de los problemas significativos de nuestro tiempo. En la segunda parte del libro ─«El alma donde habitamos»─, la autora entra más bien al mundo de los sentimientos, los deseos, los anhelos, las sensaciones, las obsesiones y las frustraciones del ser humano, para lo cual se sirve de un estilo muy propio.

He debido decir sociedades, utilizando el sustantivo plural, porque la autora no confina sus historias a una localidad exclusiva, conocida para ella, o los lugares más familiares para un latinoamericano sino que nos pone en contacto con la favela Madureira o el barrio Leblon en Río de Janeiro, Brasil; con la ciudad de Montreal o con un pueblo rural en el norte de Canadá; con la ciudad de Roma, con la comuna de Santa Margarita en Génova o con la isla de Caro en el golfo de Nápoles en Italia; con Palma de Mallorca en España; con la ciudad de Ueda en Japón; con la isla Kauai en Hawai; con el pueblo de Pushkar en el estado de Rayastán en la India; con el puerto de Aberdeen en la isla de Hong Kong, además de llevarnos a México y Perú. Podríamos decir que tiene una cierta fascinación por los espacios circundados de agua, pero sería más acertado afirmar que su geografía imaginaria no tiene límites en la Tierra.

Más allá de los sitios en sí, Gloria Macher se acerca a ambientes específicos que nos harán entrar a mundos inusuales. Citemos, para ilustrar esta afirmación, el caso del ritual del mizuage donde una aprendiz de geisha pasa a ser profesional, el encuentro de un hombre con esa gran mancha de basura en el Pacífico llamada la Isla de Plástico, el sórdido mundo de los vagabundos, etc. Esta aproximación es particularmente elogiable porque no la hace explotando tanto su mirada de narradora externa sino que logra que nos acerquemos a esos entornos a través de sus propios   personajes.

Si Mario Vargas Llosa nos enseñó en sus últimos libros que el poder de la técnica literaria era capaz de imponerse por sobre el contenido de la obra, Gloria Macher nos muestra que el argumento puede hacernos prescindir de la sofisticación de la técnica literaria. Lo que a la autora le importa es sacudir al lector, hacernos tomar conciencia de los problemas medioambientales, de la injusticia laboral, del abuso frente a la mujer, de los malos caminos a los que puede conducirnos la limitación de las posibilidades socioeconómicas o, en su defecto, ingresar a la intimidad de las personas. Su escritura es fundamentalmente directa, lineal, natural y dinámica. Su narración se concentra en las historias mismas antes que en engorrosas descripciones o extensos diálogos. Se ocupa de estos, sin embargo, inadvertidamente, con una gran economía de palabras. Lo mismo sucede cuando se trata de entrar al mundo emocional o sentimental de las personas ya que hace uso de los hechos para mostrarlos, de modo que no es tan importante cómo se consume en odio, por ejemplo, uno de sus personajes sino qué hace para exteriorizar esas emociones.

En medio de este mundo tan sujeto a la realidad, donde el conocimiento y la investigación resaltan, Gloria Macher nos sorprenderá con su manejo de lo fantástico al convertir el medioambiente o una armadura de combate en personajes vivientes, o se lucirá con su control de la imaginación cuando trate de sorprender al lector con finales inesperados.

Frente a esta maravillosa literatura no nos es posible entender el que se vea afectada por la falta de edición. Gloria Macher cuenta con un diploma de traducción de la Universidad de McGill, y su escritura irradia talento. No ponemos en duda su capacidad como escritora, pero escribir es un arte extremadamente complejo donde el editor o editora tiene un rol determinante. No existe el escritor que pueda prescindir de un editor. Cuando no se necesite ajustar la estructura de los textos, se necesitará revisar el estilo de comunicación, la veracidad del contenido de la obra o su forma (ortografía, puntuación, gramática, etc.). Esta última parte es la única donde falla este libro, y probablemente la más fácil ─aunque trabajosa─ de resolver. Quien está en cuestionamiento aquí es la casa editorial. ¿Por qué se descuida este aspecto formal tan crucial en el producto final de una obra artística? La respuesta a esta pregunta sigue siendo un enigma para mí.

Un precipicio es un despeñadero por el cual es peligroso caminar. Y sí, descubrir Viajando por precipicios es un peligro; sin embargo, el riesgo al que se somete al lector al leer este libro no es ningún otro que el de hacerlo más humano, un mejor conocedor de nuestro mundo, con la gratificación que esto supone, pero también el dolor que esto conlleva. Esta es una lectura absolutamente recomendable.

Guía triste de París – Alfredo Bryce Echenique

Guía triste de París

GUÍA TRISTE DE PARÍS

Alfredo Bryce Echenique.  Alfaguara / Promoción Editorial Inca S. A., 1999.

Alfredo Bryce Echenique nació en 1939 en Lima dentro de una familia de abolengo de la alta burguesía. Su padre y abuelo fueron banqueros y su bisabuelo materno ostentó el cargo de presidente constitucional del Perú. Su familia rechazó la vocación del escritor lo que lo condujo a estudiar Derecho. Con el pasar de los años, sin embargo, se formó en literatura francesa clásica en 1965 y en literatura contemporánea en 1966 en la Sorbona, Francia. Hizo su primera publicación en 1968 y desde entonces ha escrito doce novelas y ocho libros de cuentos, además de varios ensayos y textos biográficos.

Guía triste de París llegó a mis manos después de haber leído Doce cuentos peregrinos de Gabriel García Márquez (GGM), y no pude evitar la comparación. Los doce cuentos de GGM son historias lúgubres de extranjeros en Europa. Las de Alfredo Bryce Echenique son catorce relatos que suceden en París, donde la gran mayoría de sus protagonistas son varones peruanos, y aunque el título sugiera que son tristes ─y de hecho esencialmente lo son─ también están llenas de humor. En ambos libros se incluyen cuentos que habían sido previamente publicados como crónicas viajeras o periodísticas. Unifican a los personajes de estos veintiséis cuentos las incómodas experiencias que pueden tenerse al vivir fuera de la tierra natal, pero aquí se detienen las semejanzas entre ellos. Todo lo demás es diferencia.

Para quienes no han vivido en el extranjero, este libro les presentará un claro contacto de lo que puede significar salir del nido y vivir en tierras extrañas. Los protagonistas vivirán el choque de dos mundos: el suyo y el parisiense. Enfrentarán el denominado choque de las culturas. A un joven donjuán le costará aceptar que sus maneras de aproximarse a las mujeres no funcionan en París y no solo por el desconocimiento del buen manejo de la lengua francesa sino porque culturalmente esos modos no son aceptados en París; a otros personajes, la relación de pareja en las llamadas relaciones mixtas fracasarán, etc.  Otros serán gobernados por la inseguridad, la frustración, la soledad o la depresión; esto se verá, por ejemplo, en el caso de un joven a quien una alemana le robará el corazón y algo más; o en el caso de un humilde hombre a quien el acercamiento hacia una mujer le será esquivo, o a la inversa cuando la protagonista es mujer; o cuando a otro personaje le cae todo el peso del dolor. El lector se enterará también de otras experiencias miserables más simples y cotidianas, pero que no dejan de fastidiar la vida del extranjero. Por otro lado, y en contraste con lo mencionado, no faltará el contacto con la picardía latina en un medio que no la entiende.

 Todo esto dicho en medio de los más versátiles recursos y las variadas expresiones de la cultura de la época: el recuerdo del título o letra de canciones populares, el nombre de cantantes u otras personas de la farándula, el nombre de periódicos de la época, títulos de libros, la utilización de incorrectas pero naturales maneras de hablar («mamasel mamacita», «garsón»; «silvuplé»; etc.); citas de poetas o escritores; etc.

Humor, autenticidad y sensibilidad son las tres palabras con que describiría el estilo de Alfredo Bryce Echenique si me limitara a decirlo todo en tres vocablos. Un humor natural, que cae frecuente e inadvertidamente, cuando uno menos lo espera, en una palabra, en un apodo, en una escena. Un humor inacabable y muy suyo, sin copias. Un humor que no parece buscado, sino que parece brotar del escritor. Y autenticidad ─quizá ambas cualidades ligadas─ porque no parece estar escogiendo o inventando escenarios. Estas historias dan la impresión de ser reales, si no lo son. Y tanto mejor para el autor si son inventadas, porque el lector no se enterará de ello al leer los cuentos. La tercera cualidad, que muy bien podría ser la primera, es la sensibilidad y esta se muestra al ingresar al corazón de los protagonistas con movimientos lentos, avances profundos y, en ocasiones, muy emotivos.

Dado que no estoy forzada a limitarme a esos tres términos, añadiré dos observaciones más: su muestra de libertad y su homenaje a la imaginación. Que el autor es libre se muestra en el cuento titulado «Retrato de escritor con gato negro» donde el final tiene dos versiones.  Toda literatura es un homenaje a la creatividad o a la imaginación, pero el cuento «Debbie Lágrimas, Madame Salomon y la ingratitud del alemán»  honra esta cualidad muy particularmente.

París es así una ciudad, que bien podría ser otra ciudad de Europa, o una canadiense, o cualquier otro lugar muy ajeno a nuestra tierra de origen, donde algo se ahoga, donde reír no es tan fácil, donde no se sabe si se vive o si se está encarcelado, donde la nostalgia nos invade sin que nos demos cuenta. Rodear esto de naturalidad, sarcasmo, ironía, humor, ingenio, es la marca literaria de Alfredo Bryce Echenique.

¿RECOMENDARÍA LEER ESTA OBRA?

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Doce cuentos peregrinos – Gabriel García Márquez

Doce cuentos peregrinos

DOCE CUENTOS PEREGRINOS

Gabriel García Márquez. Editorial Oveja Negra, 1992.

Gabriel García Márquez (GGM) nació en Colombia, departamento de Magdalena, municipalidad de Aracataca, en marzo de 1927. A los 55 años, en 1982, recibió el Premio Nobel de Literatura. La Academia Sueca justificó esa decisión diciendo que el autor había logrado mezclar lo fantástico con lo real mientras presentaba los conflictos de Latinoamericana. Se referían al estilo que GGM hizo famoso y que se denomina realismo mágico. GGM fue reconocido también por sus posiciones políticas ya que manifestó abierta simpatía por la revolución cubana y fue amigo de Fidel Castro. También fue mediador entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el gobierno colombiano, entre el grupo M-19 y el gobierno de Betancourt, y entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno de Andrés Pastrana.

La obra Doce cuentos peregrinos bien podría haberse titulado Doce cuentos siniestros o Doce cuentos lúgubres, pero hizo bien el autor en titularla con el adjetivo que utilizó porque es un término que se presta a jugar con la palabra. Peregrino es alguien que anda en tierras extrañas, y todos los protagonistas de este libro son extranjeros. Peregrino es también alguien que por devoción va a visitar un lugar santo, lo que se cumple en un par de estos cuentos. Es peregrina el ave que va de un lugar a otro, y eso es justamente lo que pasó con estos cuentos, los cuales se escribieron  en el transcurso de casi dos décadas y hasta llegaron a perderse definitivamente, teniendo el autor que rescatar de su memoria a los más afortunados. Algo peregrino es también algo raro, y en estos cuentos hay mucho de extraño. Los dos títulos que sugerí al inicio de este artículo habrían tenido solo la ventaja de advertir al  lector las emociones que le esperaban al leer el libro. No teniendo la suerte de ser prevenida, solo me quedó hundirme inadvertidamente en esta ciénaga de historias funestas.

Son aciagas porque de las doce historias, diez aluden o tratan directamente sobre la muerte. En realidad ningún cuento parece salvarse de este destino porque en uno de los restantes la protagonista termina como muerta viviente y en el otro se dedica a dormir, eliminando así toda interacción vital con su coprotagonista, casi como negando la vida. Es curioso que García Márquez haya enfocado desde ese ángulo las anécdotas de los extranjeros en Europa, pero desde alguno tenía que hacerlo. Este libro tuvo su génesis en un sueño donde el autor asistía a su propio velorio, algo que le hizo cuestionar su propia identidad. Ni él mismo entiende por qué. Lo que sí queda claro es que GGM escribió un cuento sobre ese sueño, historia que sería parte de esta antología, pero nunca llegó a publicarlo. Tampoco es un secreto que tenía toda la intención de convertir estas historias en una novela o, más tarde, en cuentos pero no aislados sino con una consistencia interna en el estilo y el tono. Es comprensible, entonces, que haya escogido un contenido y un ambiente fúnebre para casi todos ellos.

                Para quienes aman las reseñas, aquí les dejo una muy breve de cada uno de los doce cuentos:

  1. Buen viaje, señor presidente: Un viudo de setenta y tres años, enfermo, busca recuperarse en Ginebra, Suiza, pero la nostalgia del Caribe se impone en su vida.
  2. La santa: Una niña fallecida a los siete años de edad es desenterrada once años más tarde para ser encontrada intacta, con la piel tibia y tersa y comprobar que su cuerpo no tiene peso. Su padre decide llevarla a Italia, desde los Andes colombianos, para obtener un veredicto del Vaticano, y así inicia su aventura kafkiana.
  3. El avión de la bella durmiente: Un hombre se alista a tomar un avión en el aeropuerto Charles de Gaulle en París con destino a Nueva York cuando ve a una mujer bellísima y se enamora de ella. La casualidad quiso que terminaran sentados juntos en el mismo avión.
  4. Me alquilo para soñar: Una colombiana viaja a Viena, Austria y explota sus facultades adivinatorias para poder sobrevivir.
  5. «Solo vine a hablar por teléfono»: El auto de María de la Luz Cervantes, mexicana de veinticuatro años, sufre una avería en un paraje desolado de Barcelona. Al buscar ayuda, tiene la desdicha de terminar en un manicomio para sufrir el peor de los dramas.
  6. Espantos de agosto: Cuento de horror y fantasía sufrido por una pareja que viaja a la Toscana, Italia, acompañada de sus dos hijos pequeños.
  7. María dos Prazeres: Portuguesa de setenta y seis años, vive en Cataluña, convencida de la inminencia de su muerte, y se prepara para ella. La vida le dará, en cambio, una sorpresa inesperada.
  8. Diecisiete ingleses envenenados: Prudencia Linero, colombiana de Riohacha, viaja a Roma, Italia, para cumplir el sueño de su vida: conocer al Papa. Antes de lograrlo, casi es testigo de la muerte de muchas personas, salvándose de ella gracias a su intuición.
  9. Tramontana: Unos suecos llevan a la fuerza a un joven de Barcelona a Cadaqués, donde ocurre una tragedia.
  10. El verano feliz de la señora Forbes: Una institutriz alemana llega a Sicilia, Italia para encargarse con extremo rigor del cuidado de dos niños.
  11. La luz es como el agua: Despliegue de la fantasía infantil de dos niños colombianos radicados en Madrid, imaginación donde ingresan también elementos trágicos.
  12. El rastro de tu sangre en la nieve: Historia desdichada de amor de una pareja adinerada que viaja a París para vivir su luna de miel.

Viniendo estos cuentos de uno de los merecedores del premio Nobel de Literatura, y con excepción de un par de ellos, estas historias dejan un sinsabor, como si algo en ellas no estuviera a la altura de este grandioso escritor. No se trata del lenguaje ni de la información con que ambienta las historias, ya que ambos elementos son de singular calidad. Tampoco de su sintaxis ya que en cada frase se constata el esmerado trabajo de un profesional que domina excepcionalmente su lengua. No se trata de la atmósfera ─muy bien lograda─ ya que el autor deja a través de sus letras triste o desagradablemente silencioso al lector. La desazón parece provenir del enfoque estilístico de las historias. Hay mucho de fantástico e irreal en la mayoría de estos cuentos, debido a lo cual los críticos han hablado de la evidencia de la corriente literaria del realismo mágico en ellos. Es aquí, sin embargo, donde creo que se presenta la contrariedad. El realismo mágico no se caracteriza por transmitirnos hechos no creíbles sino por darles verosimilitud interna a historias increíbles. Y eso solo se logra en el quinto y último de estos cuentos. Los demás son ya sea totalmente creíbles o definitivamente increíbles. Esto en sí no los descalifica como buena literatura, solo que si se esperaba coherencia estilística entre los cuentos, como el propio autor anuncia en la introducción del libro, es desconcertante no encontrarla.

A propósito del prólogo del libro, leer esta obra habría valido la pena si tan solo fuera por enterarse de esta íntima confesión del sentir y proceder de Gabriel García Márquez en cuanto a la escritura. Es un maravilloso regalo para el lector.

Desobediencia civil – Henry David Thoreau

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DESOBEDIENCIA CIVIL

Henry David Thoreau. Babel, 1949.

Henry David Thoreau (1817-1862) estadounidense de nacimiento, descendiente de inmigrantes franceses fue profesor, filósofo, naturista y literato. Se considera que él es uno de los fundadores  de la literatura de Estados Unidos ya que en aquella época esta recién surgía. Es famoso por haber propuesto una forma de rebelión contra el Estado llamada la desobiencia civil. También es célebre por haber vivido durante algo más de dos años en una cabaña aislado en un bosque, para experimentar la vida en la naturaleza, experiencia que reflejó en un libro titulado Walden ya que su vivienda estuvo ubicada cerca del lago Walden Pond. Thoreau cuenta con más de treinta obras siendo las más conocidas Desobediencia civil (publicada inicialmente como Resistencia al Gobienor civil) (1849) y Walden (1854). Además, participó en la actividad clandestina de transportar esclavos hacia Canadá para otorgarles su libertad.

Desobediencia civil es un ensayo que se dictó como conferencia en 1848 con el nombre Los derechos y obligaciones del individuo con el Gobierno. Este bosquejaba el pensamiento de Thoreau respecto a la relación que debería tener el individuo con el Estado. Este vínculo no era, por supuesto, ni la sumisión ni la obediciencia a ciegas. Era, más bien, una propuesta de autonomía donde el criterio moral jugaba un rol crucial, ya que al ser ejercido permitía cuestionar al Estado si sus leyes o decisiones eran evaluadas como injustas y, por consiguiente, tomar medidas contra ellas. No pretendía la abolición del Estado ─aunque juzgaba ideal la ausencia de este, lo consideraba como un sueño utópico─ sino que el ciudadano se permitiera rebelarse contra él cuando lo juzgara necesario.

El camino legal para cambiar a un Gobierno ─como el de la votación que equivale a que la mayoría perciba un problema, cambie de opinión y la exprese por ese medio, o el de la utilización de los recursos legales para cuestionarlo─ no es considerado una opción desde el punto de vista de Thoreau por el tiempo requerido para ejercerlo. La conciencia es según el autor la que prima por encima de la legislación. «Creo que deberíamos ser hombres primero y después súbditos. Lo deseable no es que se cultive el respeto a la ley, sino a la justicia». Porque la ley no es siempre justa.

Cuestiona así, por ejemplo, que un hombre se convierta en soldado y pelee en una guerra cuando su conciencia y su sentido común le digan que no es justo hacerlo. «¿Qué son?, ¿realmente hombres? ¿O son polvorines móviles y fuertes en miniatura al servicio de algún mando militar sin escrúpulos? […] no ejercen con libertad ni su capacidad de juicio ni su sentido moral. […] Otros ─como muchos legisladores, políticos, abogados, ministros y funcionarios─, sirven al Estado fundamentalmente con sus cabezas, y […] son capaces de servir igual al diablo, sin tener intención de hacerlo, que a Dios». A diferencia de muchos ciudadanos, Thoreau no considera que el Gobierno tenga que ser totalmente ineficaz o tirano para rebelarse contra él.

¿Cómo pueden miles de personas estar en contra de la esclavitud y de la guerra y no hacer nada para acabar con ellas? Para entonces, una sexta parte de la población vivía bajo el yugo de la esclavitud y México era agredida. Y esto se aceptaba pasivamente.  Thoreau reconocía, a la vez, que «un hombre no tiene el deber de dedicarse a la erradicación de las injusticias, por monstruosas que estas sean» pero, al menos, «tampoco ha de concederles su apoyo en los hechos», debe asegurarse de que no se está «montando sobre los hombros de otros hombres» mientras persigue sus propios objetivos. Eso como mínimo. Pero proponía además acciones de fuerza, como por ejemplo disolver su unión con el Estado negándose a pagar impuestos al Tesoro o incumpliendo la ley en cuestión como pudiera.

El razonamiento que lo regía era que «la acción que surge de los principios, de la percepción y ejecución de lo justo, transforma las cosas y las relaciones. Es esencialmente revolucionaria […]». ¿Que entonces esa acción conllevaría a disturbios? Sí. Pero despertaría otras conciencias y presionaría al Gobierno para que actúe cambiando las leyes.

«Si la injusticia […] es de tal naturaleza que nos exige convertirnos en agentes de la injusticia para otros, entonces yo digo: incumplamos la ley. […] Estoy convencido de que si mil o cien o diez hombres a quienes pudiera ahora nombrar, si solamente diez hombres honestos, incluso si un solo hombre honesto en este estado de Massachussets dejara en libertad a sus esclavos y rompiera su vínculo con el Gobierno nacional, y fuera por ello encerrado en la cárcel del condado, ese acto significaría la abolición de la esclavitud en América. Lo que importa no es qué tan pequeño sea el comienzo; lo que se hace bien una vez, se hace para siempre». «Bajo un Gobierno que encarcela injustamente, el verdadero lugar para un hombre justo es también la prisión. […] Si alguien sospecha que su influencia se perdería allí, que su voz dejaría de importunar […] no sabe cuánto más fuerte es la verdad que el error. […] Esta es, de hecho, la definición de una revolución pacífica».

Es importante entender que este cuestionamiento se hace desde la aceptación de la Constitución, las leyes, los tribunales, el Gobierno federal y el del estado de Massachussets a los que respeta y encuentra, de muchas maneras, admirables. Sin embargo, insiste: «Si nos dejáramos guiar exclusivamente por la ingeniosa labia de los legisladores del Congreso, sin el contrapeso de la oportuna experiencia del pueblo y sus reclamos, Estados Unidos no tardaría en perder su rango entre las naciones» ya que «ningún Estado podrá jamás ser realmente libre e ilustrado sino hasta que reconozca al individuo como un poder superior e independiente, del que se deriva su propio poder y autoridad, y lo trate en consecuencia».

Durante largo tiempo este escrito no tuvo mayor repercusión en su medio, pero en el siglo XX llegó a ser fuente de inspiración para Mahatma Gandhi (1869-1948) en su campaña de resistencia contra la ocupación británica de la India, Martin Luther King (1929-1968) en su lucha contra la discriminación de la población negra, en la objeción de conciencia ante el servicio militar y en muchos movimientos que luchaban y luchan por los derechos humanos incluyendo a los más recientes que utilizan la electrónica como medio de desobediencia civil.

 

La náusea – Jean-Paul Sartre

La náusea

 NÁUSEA 

Jean-Paul Sartre. Editorial Época S. A., 2008.

Jean-Paul Sartre estudió en la Escuela Superior Normal de París donde se gaduó de doctor en Filosofía. Sirvió en el  Ejército Francés entre 1929 y 1931 y en la Segunda Guerra Mundial. Al liberarse como prisionero de guerra se involucró en los acontecimientos más importantes de su época. Apoyó la lucha contra el colonialismo francés en Argelia, se opuso a la Guerra de Vietnam, difundió los crímenes de guerra de Estados Unidos, etc. Escribió El ser y la nada (1943), El existencialismo es un humanismo (1946), Manos sucias (1948), La crítica de la razón dialéctica (1960). Entre sus libros de más impacto están La náusea, su primer libro (1938) y los incluidos en su triología Los caminos de la libertad (1945-1949) compuesta por tres libros: La edad de la razónEl aplazamientoLa muerte en el alma.

La Náusea es una obra filosófica antes que una obra literaria y, por añadidura, un texto de muy difícil comprensión dado que es el primer libro que escribió Sartre y, al parecer, en él intentó abarcar todo su pensamiento filosófico no del todo maduro para entonces. Cuando el autor hizo la primera versión del libro, contaba con veintiséis años, pero no la publicaría hasta siete años más tarde. Cuando finalmente se publicó se habían eliminado decenas de páginas de la versión original, lo cual debe haber contribuido a su falta de consistencia interna. Para entender este libro es aconsejable, entonces, contar con información previa sobre la corriente filosófica existencialista ya que es esta la visión que la novela prentende plasmar. A continuación intentaré hacer un resumen de este pensamiento antes de abordar la mencionada obra en sí.

El existencialismo parte del concepto de que no todo lo que existe en realidad existe. Los objetos, las plantas y los animales al carecer de lenguaje no pueden pensar ni decidir sobre su vida. Únicamente los seres humanos tenemos esa capacidad y cuando la ejercemos utilizamos nuestra conciencia y solo así podemos, por lo tanto, existir. Al existir definimos la esencia   de nuestro ser porque esta se forma por nuestros actos. Lo que hagamos o dejemos de hacer determinará quiénes somos, es decir nuestra esencia. La esencia, entonces, se construye. No nacemos con ella.

Los conceptos de libertad y responsabilidad juegan así un rol importante según este pensamiento filosófico. El ser humano es libre y puede decidir su destino. En el existencialismo hay también un reconocimiento de que otros factores ajenos a nuestra voluntad influyen en nuestro sino, pero aun en estos casos se le otorga a la voluntad consciente una posibilidad de cambiar el rumbo de la vida. El concepto de libertad se impone a otros. Somos, además, responsables de nuestra vida y de todos los demás seres humanos porque al elegir nuestros valores proyectamos una imagen de lo que los demás deberían ser.

Finalmente, el existencialismo da mucha importancia a las emociones. Al ser libres y responsables de nuestra decisiones, sentimos angustia, ansiedad, desamparo, desesperación, confusión, inseguridad, cuando debemos decidir nuestro rumbo.

En este contexto intentemos, ahora sí, presentar la novela La Náusea. Su protagonista es Antoine Roquentin, un hombre de treinta años, historiador, lleva una vida solitaria, llena de cuestionamientos y temores. Es muy consciente de todo lo que le rodea y llega a extremos de sentir, por ejemplo, el paso de los segundos o que los objetos lo tocan, como si tuvieran vida, y al hacerlo le trasmiten repugnancia. Frente a estas experiencias, la gente es su refugio inicialmente, pero después ni ella lo salva de sentir la náusea. Esa sensación inicialmente está afuera de él, a su alrededor, pero después se instala en él, lo posee. Se desprende de ella difícilmente, con la música por ejemplo o en algún otro momento donde siente que vive.

Roquentin observa que la gente necesita llenar su tiempo con cualquier actividad que lo distraiga, que lo aturda de ver el absurdo o la sinrazón de la existencia: jugar naipes, pasear en un bulevar, etc. Lo que desea es que le suceda algo inesperado, una aventura. Define a esta como «un acontecimiento que sale de lo ordinario sin ser forzozamente extraordinario». No es, por ejemplo, un viaje que se planifica sino un suceso. Pero, la verdad, es que «cuando uno vive no sucede nada». A veces buscamos realizar proyectos que en realidad son solo nuestros pretextos, nuestras justificaciones, para no sentir nuestro ser. Desembarazados de esas farsas, nos encontramos con nosotros mismos. Al pensar, al sentir asco, al odiar.

La angustia de escoger lo persigue, porque todo el tiempo decide y cuando hace esto renuncia  a todo aquello que no escogió. Se pregunta qué habrá dejado de vivir. Recuerda que la pérdida de un amor lo dejó con un sentimiento de vacío. Para evitar vivir ese vacío ─dice─ la gente vive de sus recuerdos, los atesora y si es posible los encierra en sus casas. La vida de la gente pasa sin que se den cuenta de lo que están haciendo, cuatro décadas más tarde dicen que tienen experiencia y pretende aconsejar con lo «que saben». Lo cierto es que esta es una máscara con lo cual quieren esconder que están solos, ignorándolo  todo, con una inteligencia y cuerpo que se deterioran. El pasado, en realidad, equivale a la nada, no existe. Mirando cuadros reflexiona sobre la vida, los derechos de la gente, lo que les tocó ser y la manipulación con que las élites logran que nadie se escape del rebaño. Invita así a que nos miremos a nosotros mismos y anuestra vida como parte de lo que más tarde podría ser otro cuadro del pasado.

La vida tiene sentido si uno quiere dárselo. Los humanistas lo hacen, el de izquierda, el católico, el filósofo humanista, el jocondo, el sombrío, etc. Pero en el fondo, ellos también están solos aunque no se den cuenta. Percibir esa mentira en que viven da miedo y náuseas, vivir esa enceguecedora evidencia es la náusea. La existencia tiene que pesar en nuestros corazones, invadirnos para que la vida signifique algo.

Habana Dura – Jocy Medina

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HABANA DURA 

Jocy Medina. Ottawa, 2016.

Esta autora nació en Buena Vista, un barrio de la Habana, en 1974. Salió de Cuba con apenas veinte años de edad y desde entonces vivió en Kenia, China, México y Canadá, donde reside actualmente con su madre y su único hijo. Sus primeros escritos se dieron a conocer a través de su blog Un pedacito de Cuba. En él se pueden leer desde artículos donde se dan consejos a quienes quieren conocer Cuba hasta capítulos del libro que aquí comentamos y de otras dos obras que aún están en desarrollo: Habana por la libre y Amigos del enemigo.

Con Habana Dura, Jocy Medina demuestra que se acerca a la escritura con personalidad: sabe a dónde va,  tiene una historia que contar y no se pierde en ella, derrocha energía, naturalidad y espontaneidad, muestra con orgullo su identidad cubana, despliega recursos narrativos propios y, como la protagonista de esta novela, intenta con valentía abrirse camino en la vida, esta vez en el mundo de la literatura, mediante la autopublicación de este su primer libro.

A María, la atractiva protagonista de esta novela, la llaman María Mariposa porque sueña con volar. En este intento, a los veintidós años,  huye de Holguín a La Habana y allí empieza su camino para convertirse en mujer. Esto sucede en una particular época de la historia de Cuba, conocida como el Período especial en tiempos de paz o, simplemente, el Período Especial. Este consistió en una serie de restricciones y cambios como consecuencia de una crisis económica derivada del colapso de la Unión Soviétiva en 1991 y del recrudecimiento del embargo estadounidense en contra de Cuba desde 1992. ¿Por qué es importante subrayar esto? Porque durante esos años la sociedad cubana sufrió grandes transformaciones económicas y morales y justo en ese momento, llega María Mariposa a la capital de la isla.

Lo que vivirá María nos dará una buena noción de lo que era la vida en Cuba en los años noventa, época marcada por la adopción de nuevas formas de gestionar el turismo internacional para ganar divisas extranjeras y por el auge del jineterismo (relaciones interesadas con turistas, mayormente de caracter sexual). La novela nos mostrará también la presencia de la economía informal, las limitaciones en los servicios de educación, salud y electricidad y, sobre todo las transformaciones morales (más difíciles de percibir a primera vista, pero no por ello menos importantes). Resulta muy interesante constatar que Jocy Medina nos permite acercarnos a dichos fenómenos casi desapercibidamente, no los analiza, ni siquiera los enumera, simplemente nos los presenta a medida que narra la vida de esa joven.

El foco de la novela, antes que centrarse en los problemas socioeconómicos, apunta a las inquietudes personales de María Mariposa, los obstáculos que se le presentan para alcanzar sus metas, las inesperadas puertas que se le abren en el camino y sus enredos sentimentales; todo esto dicho con una gran medida de autenticidad, sensualidad y erotismo. La sensualidad se refleja en la importancia que la autora da a los sonidos y a la humedad que se impregna en el cuerpo de María, o al juego del viento en su piel o en su ropa, en su sensibilidad ante los aromas, desde los del café o de la comida, los  del perfume de jazmín o de las colonias varoniles hasta el olor a campiña. El erotismo o la violencia sexual ocupan un lugar no menos relevante en esta obra, más aún porque son descritos en forma metafórica eludiendo exitosamente la vulgaridad. Cito algunos ejemplos: «Arrimó la dura ternura masculina» (p. 37), «La escena empuñó un cañón en los pantalones de […]» (p. 66), «Al […] reventar sus acumuladas ganas» (p. 68), «En cuanto desenganchó su anzuelo» (p. 68), etc.

Esas metáforas se encuentran también fuera del área sexual (ej. «[Él] fue a la piscina a soplar un poco de humo a la luna» (p.118)) y confirman el acercamiento que Jocy Medina tiene hacia lo poético, lo cual le da a su escritura un toque muy personal que ella utiliza con sabiduría. Así la encontramos dándole vida a objetos inanimados o, algo más singular aún, uniendo  dos palabras (como el color de los ojos de un personaje con un participio, un sustantivo u otro adjetivo) para expresar a través de esa fusión el estado de ánimo de la persona (ej. El azuldestrozado, el azulherido, el azulhambriento, el azuldescorazonado, el azulcuchillo, etc. de sus ojos) y así sintetizar el discurso. Eso hace una artista, una creadora que no tiene miedo a explorar nuevas formas  de expresión.

Lo que no hace una artista de la escritura es descuidar su herramienta más elemental: la gramática.  Y la autora falla en eso. Se equivoca en la utilización de los tiempos verbales, en la concordancia de estos, en la puntuación de los diálogos, en la precisión del significado y ortografía de ciertos términos, reutiliza algunos vocablos innecesariamente, etc. Escribir es muy difícil y editar también. Como dice Daniel Gascón describiendo la primera regla de Gardner Botsford (exeditor del The New Yorker) en lo que a edición se refiere: lo que no logra el escritor, lo logra el editor si invierte tiempo suficiente. «Uno nunca debe olvidar que editar y escribir son artes, o artesanías, totalmente diferentes. […] Por eso un buen editor es un […] artesano, mientras que un buen escritor es un artista». No le vendría mal a esta escritora trabajar más en este dominio o en hacer multiplicar las revisiones de sus textos. Podría también explorar técnicas literarias para enriquecer su ya declarado talento añadiéndole, por poner apenas un ejemplo, un manejo más complejo de los tiempos, que en este libro son lineales.

Por las venas de Jocy Medina borbotea la sangre de una artista. Nada debe detenerla en su deseo de escribir y regalarnos ese impetuoso y espectacular mundo que vive en ella.

Mario Vagas Llosa – Cinco esquinas

 

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CINCO ESQUINAS 

Mario Vargas Llosa. Alfaguara, 2016.

Mario Vargas Llosa, novelista, ensayista y dramaturgo nacido en Perú el 28 de marzo de 1936. Ha recibido alrededor de un centenar de premios y distinciones literarias destacando el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias y el Nobel de Literatura. Su libro Cinco esquinas ha sido publicado a la edad de ochenta  años, en el 2016.

Atreverse a decir que una obra literaria de Mario Vargas Llosa carece de arte sería cometer un agravio contra el autor de una de las expresiones más completas de la literatura latinoamericana si no la más completa. Además, sería probablemente imposible o injusto porque no hay obra mal escrita de este escritor que no en vano ha sido laureado con el Premio Nobel de Literatura en el 2010. Lo máximo que podría decirse en ese sentido es que algunas de sus novelas no alcanzan la genialidad de sus mejores obras o que es «tan solo» un buen libro. Y eso es lo que podemos afirmar de Cinco esquinas, que es un buen libro, escrito con propiedad entre otras cualidades. Que al leerlo nuestras expectativas fueran más altas es producto de lo que sabemos que Vargas Llosa puede hacer con las letras, ¿pero no tiene derecho este erudito de la escritura a producir obras «menores»?

La temática de Cinco esquinas va desde lo erótico hasta lo político, pasando por el escándalo social que arma un individuo de la clase alta peruana y el rol que puede jugar la prensa en la vida política de un país. Cualquiera de estos cuatro temas daría suficiente material para escribir una novela, pero Vargas Llosa no explotará ninguno de ellos exclusivamente sino todos al mismo tiempo, aunque dando quizá preponderancia a los temas personales antes que a los de interés socio-político.

¿Cuál es el objetivo central de la obra? ¿Denunciar los inmorales manejos de Montesinos y Fujimori cuando detentaban el poder, resaltar la influencia que puede tener el periodismo en la opinión pública o su repercusión en la vida privada de los ciudadanos o en las decisiones políticas nacionales o simplemente recurrir a lo concupiscente o a lo pecaminoso para entretener o capturar al lector? ¿O todos estos propósitos juntos?

Siguiendo la misma línea argumental, no es posible tampoco precisar quién es el protagonista o la protagonista de la obra. ¿Marisa, cuyas aventuras sexuales ocupan tantas páginas de este libro? ¿Enrique Cárdenas, su esposo, quien en algún momento participa en estas aventuras y quien previamente se ve envuelto en un escándalo que remece a toda la sociedad peruana? ¿Rolando Garro, director de Destapes, o Julieta Leguizamón, la Retaquita, su reportera estrella? ¿O Fujimori y Montesinos quienes directa o indirectamente dan pie o marco a las tramas mencionadas?

El autor ha confesado que, contrariamente a sus costumbres, escribió este libro sin haberle dado previamente un título y que esto derivó en dificultades para determinar el hilo conductor de la narración el cual le parecía huidizo. Esto se siente al finalizar el libro.

Esta novela pudo haber servido de evidencia penetrante de los oscuros manejos políticos en el Perú gobernado por Fujimori, pero qué lejos esta Cinco esquinas de esa aspiración, qué distante de ese gran libro que es La Fiesta del Chivo, en el que se retrata la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana, qué alejado de proporcionar al lector resultados de una investigación histórica. Obviamente el autor no se lo propuso así.

Vargas Llosa ha afirmado más de una vez que en literatura todo cuenta: el contenido, los personajes, la ortografía, la sintaxis, la elección de las palabras, la puntuación, la técnica literaria, etc. Todo. Consciente de esto, el autor ha cuidado extremadamente estos detalles en cada uno de sus libros. Por eso llama la atención observar algo extraño en esta obra: terminología imprecisa y frases repetidas, no idénticas pero extremadamente similares y no muy distantes unas de otras. Cabe la posibilidad de que las haya escrito con alguna intención que no hemos alcanzado a detectar, pero nos asalta la duda. ¿No estaremos presenciando una nueva etapa de su vida de escritor? La de querer crear, pero sin hacer mayores esfuerzos para hacer su creación un arte edificante. El héroe discreto, escrita en 2013, ya había dejado esa sensación por lo medio banal del tema tratado. Tendremos que leer El sueño del celta, escrita en 2010, para desmentir estas sospechas (se ha dicho que esta obra reúne las mejores virtudes del escritor). Si así fuera, con Cinco esquinas el autor solo estaría tomándose un recreo profesional.

A nivel técnico tampoco ofrece sorpresas. Intercala episodios en cada apartado, a lo cual ya nos tiene acostumbrados, y muestra polifonía de voces casi al final del libro, en el capítulo XX, como quien hace un esfuerzo por no despedirse de esta novela sin hacerle un mejor regalo al lector. Nada más. Y nada menos, hay que enfatizar también. Porque maneja un vocabulario valioso y una gramática excelente, consigue la cohesión de historias paralelas y es capaz de despertar el  interés del lector de manera insuperable haciéndole sentir que está viviendo lo narrado. Empezar el libro es un camino a continuarlo y terminarlo inevitablemente y sin pausa.

Nadie podría adivinar que detrás de esa energía y capacidad de transmitir su sabiduría literaria hay un hombre ya octogenario, quien además no da tregua a su trabajo. Vargas Llosa continúa hablando de sus proyectos profesionales futuros sin hacer la menor alusión al final de sus días, ni en sus escritos ni en su vida privada. Que así sea y que vuelva a sorprendernos despertando otra vez esa gran admiración que sentimos por él.

¿RECOMENDARÍA LEER ESTA OBRA?

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La mujer rota- Simone de Beauvoir.

 

 

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LA MUJER ROTA

Simone de Beauvoir. Editorial Sudamericana, 2002.

Simone de Beauvoir fue una escritora francesa nacida a principios del siglo XX.  Fue reconocida como filósofa, profesora y autora de siete novelas, ocho ensayos y decenas de otros escritos sobre temas políticos, sociales, psicológicos, literarios y filosóficos. Sus libros suscitaron interminables polémicas por diferentes motivos. El más famoso de todos estos fue El segundo sexo que sirvió de marco mundial para el feminismo ya que en ese tratado hacía un detallado análisis de la opresión de la mujer. Promovió, además, el existencialismo junto a su amante eterno, Jean-Paul Sartre. Su vida se vio rodeada de escándalos por la libertad sexual que promovía, por sus posiciones políticas y por sus propuestas filosóficas; más aún, considerando su condición de mujer en una época en que estas vivían sumisas bajo la tradición patriarcal. Junto a otros intelectuales de la época fundó Les Temps Modernes, revista que difundía el existencialismo a través de la literatura. Su novela Los Mandarines, publicada en 1945, recibió el prestigioso Premio Goncourt.

 La mujer rota es una obra que recopila, en realidad, tres narraciones, de las cuales «La mujer rota» es la tercera de ellas. Las otras dos son «La edad de la discreción» y «Monólogo». En los tres cuentos la protagonista es una mujer y enfrenta el fracaso y dolor en su vida.  Obviamente, la autora utiliza la literatura como medio de denuncia para la condición de vida de la mujer, situación en la que a veces se ve atrapada y sin posibilidad de encontrar una salida ya que todo su estilo de vida la encierra en límites estrechos. El estilo de Simone de Beauvoir es realista, mordaz y crudo. La caracterización de sus personajes es extraordinaria. Enfatiza el desarrollo del mundo interior de estas mujeres antes que el de los sucesos externos que la rodean como mostrando que es desde esa psicología que la mujer se encarcela a sí misma. Sabe tocar los puntos álgidos de las emociones femeninas y como feminista señala sutilmente los conceptos claves que determinan la situación negativa de sus vidas. Técnicamente este libro no muestra ninguna sofisticación ─excepto el uso del llamado flujo de conciencia─ pero el contenido de la obra le da un valor inigualable ya que hacer pasar un mensaje que mucha teoría feminista no sería capaz de transmitir con la misma facilidad y alcanza además, por su calidad de literatura, un público más amplio.

El primero de estos cuentos, «La edad de la discreción», narra las reflexiones de una mujer intelectual que ha llegado a la cincuentena de su vida y enfrenta esa etapa de su vida con inseguridad, angustia, confusión e intolerancia. Una vez jubilada, le cuesta aceptar que tal vez su capacidad creativa esté limitada a pesar de que tiene deseos de hacer nuevas propuestas profesionales. Su marido es derrotista en ese sentido. El recuerdo de su vida y realizaciones pasadas tampoco la ayuda. Físicamente, comienza a transformarse. Su hijo Phillippe, a quien ella ha formado proyectando un destino similar al suyo política e intelectualmente, muestra una nueva faceta en su vida. Se independiza escogiendo una novia que para la madre es esnob y según ella parece saber hacer muchas cosas bien sin tener interés en nada realmente.  Phillippe se va alejando de la figura que creó su madre de él, pierde interés en los proyectos que esta le propone, paulatinamente va abandonando sus compromisos con ella para construir su propia vida. Esta actitud destroza emocionalmente a la madre, la encoleriza y la hace reaccionar de tal manera que la relación entre ellos se deteriora y ella se siente más sola que nunca. Se puede interpretar que para esta madre, su hijo es una extensión de ella misma, y al ver que él no se convierte en lo que  ella hubiera esperado, ella se siente no realizada o traicionada. Tiene que procesar esta nueva situación en forma paulatina. Al mismo tiempo tiene discusiones con André, su esposo. Este se aleja momentánea e involuntariamente de ella. El malestar de ella se acrecienta. Ambos son conscientes de que están envejeciendo y sus conversaciones tocan este tema frontalmente. En general esta historia se inscribe en una atmósfera de sentimientos de pérdida y en un tono desalentador.

En «Monólogo» la protagonista vive sola a sus cuarenta y tres años, está desequilibrada psicológicamente, sufre de problemas de insomnio y está llena de rabia y de desesperación. Su infancia fue difícil y sufrió a violencia de parte de sus padres, algo que ella como madre de Sylvie y Francis nunca hizo. Acusa a su madre y a su hermano Nanard de haber realizado juegos sexuales cuando este era niño, a este de haberse convertido en homosexual y a ella en una puta. Habla mal de sus amigas, de Albert y de Tristan, sus exesposos. Utiliza un lenguaje grotesco para hablar de las experiencias sexuales de sus conocidos. Los acosa telefónicamente. Reniega de todo y de todos los que la rodean. A la vez quisiera volver con Tristan como fórmula de acabar con su tristeza. Lo desprecia y hasta lo odia porque él no acepta regresar con ella. De pronto se descubren las razones de su drama. La hondura de estos sucesos explican muchas de sus reacciones, las que parecen no tener límite. Como ejemplo, cito un extracto del monólogo:

«No soy racista pero me importan un pito los árabes los judíos los negros exactamente como me importan un pito los chinos los rusos los yanquis los franchutes. Me importa un pito la humanidad qué es lo que ella ha hecho por mí me gustaría saberlo. Si son lo bastante estúpidos como para degollarse bombardearse tirarse napal exterminarse no gastaré mis ojos llorando. Un millón de niños degollados ¿y qué? Los niños nunca son otra cosas que semillas de canallas y así se descongestiona un poco el planeta reconocen que está superpoblado ¿y entonces qué? Si yo fuera la tierra me daría asco toda esa gusanada en mi espalda me la sacudiría.»

 Así de fuerte vive esta mujer su vida para la que parece no haber ninguna salida…

 «La mujer rota» es el tercer y último cuento de esta obra. Quizá no el más desgarrador ─el «Monólogo» se adjudicaría este título─, pero sí el más penetrante. Es un diario que empieza un 13 de septiembre para contar la historia de un ama de casa que descubre, después de confrontarlo, que su esposo Maurice, doctor de profesión, le es infiel con una brillante abogada después de veinte años de matrimonio. Esta mujer ha estado toda su vida a disposición de su marido y sus dos hijos, Colette y Lucienne. En su indecisión sobre cómo reaccionar, resuelve guardar la compostura y tratar de ser comprensiva. Conversa con su esposo, recurre al consejo de su entorno y toma como medida la tolerancia bajo el supuesto de que se trata de una aventura pasajera que terminará pronto. Ahí empieza el drama de esta mujer que sueña con ver regresar a su esposo, pero no sabe cómo lograrlo. En un proceso psicológicamente lentísimo el lector vivirá la tortura de la vida de esta mujer quien se resiste a creer que podría quedarse sola el resto de su vida después de habérsela dedicado íntegramente a su familia. Ella se verá degradada como persona a medida que evoluciona esta situación. Por añadidura la protagonista siente que su papel de madre parece ser una frustración ya que considera que no ha hecho feliz a sus hijas. Es decir, que se siente fracasada como esposa y como madre.

Nótese que esta obra fue escrita en 1968, década en que se desarrolla la Segunda Ola Feminista por lo cual viene a ser un remezón para todas las mujeres que vivían en hogares donde las figuras masculinas y femeninas estaban claramente delimitadas y diferenciadas. Entre sus denuncias principales estaban que la educación inculcaba la maternidad y el rol de esposa como medios exclusivos o fundamentales de realización de una mujer, dejando de lado su ser político, profesional e intelectual.

 

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¿Merece Bob Dylan que se le haya otorgado el Premio Nobel de Literatura 2016?

¿MERECE BOB DYLAN QUE SE LE HAYA OTORGADO

EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2016?

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Muchas reacciones ha suscitado la controversial y dubitativa decisión de la Academia Sueca de otorgar el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, músico de profesión e ícono de nuestros tiempos. Los comentarios provienen de músicos y letristas tanto como de los escritores profesionales, pero también de los amantes de la música y de la poesía, quienes ─y con todo derecho─ se han sentido invitados a dar su opinión.

Una de las polémicas más reiteradas ha sido la de si la letra de las canciones se puede considerar literatura o no. La discusión ha llevado a una conclusión que para algunos de nosotros era obvia: sí, la letra de una canción puede ser poesía. Sí, algunos compositores de canciones pueden ser calificados de poetas. La historia de la literatura muestra cuán unida ha estado la poesía a la música, ambas dueñas de ritmo y melodía. De hecho, la poesía lírica tomó su nombre en Grecia debido que al declamársela era acompañada por las notas de la lira. En Europa, ¿qué eran los trovadores y los juglares medievales si no músicos y poetas? Queda claro también que no toda canción es poesía y que la música al unirse a letra le da una fuerza especial, pero en ocasiones puede restarle poder a la palabra.

Recuérdese también que la literatura ha existido con anterioridad a la escritura. Se ha creado poesía, cuento, tradiciones, leyendas, mitos, etc. en culturas en las que se desconocía cualquier representación gráfica de la palabra, teniendo este arte que transmitirse oralmente. Al publicarse en papel, en una manera similar a como la conocemos actualmente, desde hace apenas cinco siglos, la poesía se fue alejando de las multitudes, menos capacitadas o interesadas en leer las palabras que en escucharlas, más atraídas por la música o, mejor aún, por la música acompañada de letra; estructura que parece ser su favorita.

Para abrirse un camino que la acerque a la gente nuevamente, la poesía busca hoy formas que no estén ligadas solo a su lectura en papel sino a una declamación que se apoye en la actuación, en el movimiento o en la tecnología. Ejemplos de este esfuerzo son el slam, la videopoesía, la ciberpoesía, la poesía electrónica, la poesía visual, la polipoesía, etc. Bob Dylan no forma parte de este movimiento, pertenece a otra época. Sin embargo, la Academia Sueca le otorga el máximo galardón de la literatura mundial «por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción estadounidense». La pregunta es entonces ¿cuáles son esas nuevas expresiones poéticas? ¿Y estas contribuciones literarias justifican hacerse acreedor del premio literario más importante de nuestros días?

Bob Dylan ha escrito dos libros. En el primero, titulado Tarántula, utiliza el llamado flujo de conciencia para expresar lo que parece ser la angustia existencial del autor. Fue escrito en 1966 y ha sido considerado ininteligible y un fracaso literario. Para muestra baste un botón: en el capítulo titulado «Pistolas, el libro oral del halcón y el gato con tajo impune» nos dice: «El abogado que lleva un cerdo con una correa se para a tomar un té y se come la rosquilla del censor por error». En su segundo libro Crónicas. Volumen 1., escrito en 2004, le fue mejor. Se trata de una obra autobiográfica donde habla de sus inicios como cantante. Sin embargo, la misma Academia Sueca lo dice, el autor ha sido premiado por la letra de sus canciones, no por la de sus libros.

Es consenso que la trayectoria musical de Bob Dylan lo ha elevado a un lugar mitológico. Esto debido a que innovó la música popular desde la década de los 60 comenzando por sus exploraciones con el folk, y más tarde con otros estilos como el blues, el country, el góspel, el rock and roll, el jazz y el swing. Su creatividad no tuvo límites. Tocando la guitarra, la armónica y hasta los teclados rompió esquemas como solo los grandes artistas pueden hacerlo e influyó en el desarrollo de la música contemporánea como pocos. Dos otras características han contribuido a erigirlo como leyenda: su particular voz nasal y muy especialmente la letra de sus canciones. Aunque esta ha sufrido cambios a medida que Bob Dylan pasaba por diferentes etapas musicales está claro que no ha llegado al lugar que ha llegado solo por su música. Sus composiciones son muy realistas y emotivas. Se ha permitido muchas formas de expresión: la tristeza, la agresividad, el sarcasmo, el humor, la denuncia, la opinión, etc. Su lenguaje a veces ha sido simple y a veces críptico, y ambos han impactado en la gente. Cuando lo entendía porque reconocía vivencias reales. Cuando no lo entendía, y aquí incluyo su periodo surrealista, porque la gente creía identificar en esas palabras sus propias dudas existenciales, sus reflexiones religiosas o sus inquietudes sociales. Eso cambió el rumbo de la canción que se escuchaba hasta entonces, muy alejada de la realidad. Y sí, de ahí que Bob Dylan sea un ícono.

Al respecto bastaría mencionar su asociación inicial con el folk comprometido para darle un alto lugar en la historia de la música contemporánea. Sus canciones acompañaron la lucha por los derechos civiles, protestaron contra las armas nucleares, la guerra, la pobreza, la esclavitud, las injusticias de la ley, etc. Insuperable contenido. También escribió sobre inquietudes religiosas, reflexiones filosóficas y mucho sobre el amor. Algunas de sus canciones han sido emblemáticas como aquella extraordinaria y sencilla poesía llena de contenido social y humano que es Blowing in the wind, o ese tierno y hermoso poema que es Sad Eyed Lady Of The Lowlands. Pero encontraremos también letras tan poco literarias como la de If not for you: «Without your love, I’d be nowhere at all. Oh! What would I do if not for you» («Sin tu amor no estaría en ningún sitio. ¿Qué haría yo si no fuera por ti?») o en Idiot WindIdiot wind, blowing every time you move your teeth. You’re an idiot, babe. It is a wonder that you still know how to breath») («Viento idiota, soplando cada vez que mueves los dientes. Eres idiota, chica, es un milagro que todavía sepas cómo respirar»).

Más allá del impacto que Bob Dylan haya tenido en muchas generaciones ─difícilmente igualable, hay que reconocerlo─, reclamamos que la evaluación de su contribución poética (y aquella no tan poética), con música o sin ella, pase a competir con la literatura de los escritores que parecían ser los favoritos para recibir el Nobel. Citemos apenas media docena de ellos: Ngugi Wa Thiong’o (Kenia), autor de más de treinta obras (novelas, ensayos y cuentos) donde aborda las tensiones entre blancos y negros y las contradicciones políticas y sociales del continente africano, posición que lo llevó a ser encarcelado y exiliado, presenciar la violación de su mujer y sufrir quemaduras en su rostro, y nos dice, por ejemplo que: «Nuestras vidas son un campo de batalla en la que se enfrentan en una guerra continua las fuerzas que se han comprometido a confirmar nuestra humanidad y aquellos que se determinan en su desmantelamiento»; Ali Ahmed Saïd Esber, Adonis (Siria), poeta con más de veinte publicaciones de fuerte compromiso político, también prisionero, y para quien «frente a la razón, vencida por el oscurantismo y la devastación, queda la poesía»; César Aira (Argentina) autor de más de setenta novelas cortas que cuestionan todo estilo literario y que dan forma a una teoría sobre la estética y el arte, que opina que «la literatura no es algo menor, sino el arte supremo»; Joyce Carol Oates (Estados Unidos), novelista, cuentista, editora y crítica, autora de más de cien libros con una fuerte crítica social: «…nuestras vidas están hechas de vidrio, y no hay nada que podamos hacer para protegernos a nosotros mismos»; Philip Roth (Estados Unidos), autor de más de treinta obras sobre la historia moderna de su país («Rivalidad, competencia, envidia, celos, todo lo malo del carácter humano lo alimenta este sistema») donde retrata la asimilación e identidad de los judíos y examina el deseo sexual y la decadencia del cuerpo y Javier Marías (español), autor de doce novelas y más de cincuenta relatos, donde muestra ─entre otros atributos─ ser un maestro del manejo de los tiempos en cámara lenta y en la descripción («Sabré aguardar como aguarda esa luna insistente»).

De la decisión de la Academia Sueca pueden rescatarse dos consecuencias: la primera, haber generado una gran discusión sobre el significado y el valor de la poesía en nuestros tiempos y la segunda, el silencio de Bob Dylan ante este anuncio, debajo del cual pueden leerse tantas palabras. Como dice un colega mío: «Su silencio… ese que sí merece ser premiado».