El huerto de mi amada – Alfredo Bryce Echenique
EL HUERTO DE MI AMADA
Alfredo Bryce Echenique. Editorial Planeta, 2002.
Alfredo Bryce Echenique nació en 1939 en Lima dentro de una familia de abolengo de la alta burguesía. Su padre y abuelo fueron banqueros y su bisabuelo materno ostentó el cargo presidente constitucional del Perú. Su familia rechazó su vocación de escritor lo que lo condujo a estudiar Derecho. Con el pasar de los años, sin embargo, se formó en literatura francesa clásica en 1965 y contemporánea en 1966 en La Sorbona, Francia. Se inició como escritor en 1968, y desde entonces ha escrito once novelas, ocho cuentos, además de varios ensayos y textos biográficos.
El huerto de mi amada es una obra de donde se rescatan dos grandes elementos: el estilo y la temática. Empezaré por lo más simple que es la trama. El eje de la novela es la historia de amor de una pareja dispareja: Carlos, un muchacho de diecisiete años que se enamora locamente de Natalia, una mujer que le dobla la edad y que corresponde a su amor con la misma intensidad. A través de esa relación, Bryce Echenique nos muestra el amor relampagueante, tierno, erótico, incrédulo, decidido, alegre, temeroso, desprejuiciado, despechado, celoso. Es decir, el amor de las nubes y el de las tinieblas.
Carlos y Natalia pertenecen a la clase alta, ella es bella y divorciada, él acaba de terminar sus estudios secundarios. Familia y amigos rechazan frontalmente esa relación, hasta el punto que el padre de Carlos sienta una denuncia contra ella como corruptora de menores. La pareja huye a una de las casas de Natalia, su huerto, al cual Carlos bautiza como El huerto de mi amada en honor al título de un famoso vals peruano. Poco después se van a vivir a Francia, donde, años más tarde, el matrimonio colapsa. Cerrado ese capítulo de su vida, Carlos se casa con una mujer contemporánea.
Lo primero a comentar es que ese relato se parece sospechosamente –en sus rasgos generales- a la historia de amor verídica de Mario Vargas Llosa y Julia Urquidi ocurrida, además, en la misma ciudad y la misma época señaladas en la novela; lo cual menciono solo como anécdota afirmando que puede haber sido su fuente de inspiración pero no tiene ninguna otra importancia. Más interesante es la presencia constante de los mellizos provenientes de una familia venida a menos económicamente a raíz de la muerte de su padre, y que interesadamente se hacen amigos de Carlos como parte de sus tantos planes para lograr insertarse un medio socio-económico más alto. A través de ellos, el autor ridiculiza el arribismo en todas sus facetas. La relación que tienen los miembros de esa familia –más la de la llamada servidumbre- con las personas de la alta sociedad sirve de pretexto para introducir el tema del racismo y sus complejidades.
El estilo con el que escribe Bryce Echenique es sin duda lo más valioso de esta obra. El autor está lleno de humor, de ironía, de sencillez, de gran sentido de lo qué es artificial, y de recursos literarios. Un rasgo distintivo es que el enfoque del narrador es cambiante, a veces mira, describe o cuenta desde afuera pero de pronto se adueña del personaje y comienza a hablar a través de él; desaparece el narrador pero el personaje que nos abre sus sentimientos, sus temores. Igualmente, al describirnos los hechos –y sin que esto quede necesariamente claro─ introduce el imaginario de algunos de los personajes, quizá en diálogos que son en realidad monólogos; algo que puede marear un poco al lector haciéndolo perderse entre lo real y lo ficticio de la novela. No hay mucha distancia entre esas fantasías y los elementos surrealistas que también se introducen cuando Carlos habla con Dios a través de sus sueños y sus pensamientos; y con su abuela en su lecho de muerte después que ella ha fallecido. No es que él les hable a ellos unilateralmente sino que conversan entre ellos.
El autor exagera el perfil psicológico de los protagonistas, caricaturizando lo que ellos representan; lo mismo con los hechos, mostrándolos como parodias. No conoce la gravedad sino la comedia, la sonrisa lúcida. Escribe con naturalidad, como si se deslizara en un largo tobogán de frases que nunca terminan o como si conversara amenamente, mostrando su dominio del registro del lenguaje oral. En este estilo caben perfectamente jergas, dichos, y la idiosincrasia de estos personajes limeños que cualquier persona que provenga de esa ciudad, de esa época y de ese medio reconocerá gozosamente.
La novela recibió el premio Planeta 2002. Merece la pena leerla.
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Publicado el marzo 30, 2014 en CRÍTICAS y etiquetado en Alfredo Bryce Echenique, Bryce Echenique, Crítica, Crítica literaria, El huerto de mi amada, Literatura Perú, Reseña, Reseña literaria. Guarda el enlace permanente. 1 comentario.
Qué buen comentario al libro. Lo leí y disfruté mucho y buscaba un comentario que definiera y explicara el estilo. Este es sin duda uno muy completo.